Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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El Espíritu de Cuerpo permite la plena identificación de todos los componentes de un grupo para lucha por objetivos comunes y lograr mejores resultados, pero cuando se mal entiende puede tener efectos negativos muy perniciosos. De hecho, cuando en un grupo, que lo mismo puede ser un ejército, una iglesia, gremio o sector, incluyendo la prensa, se asume que el señalamiento contra cualquiera de sus miembros es un ataque a la institución a la que pertenece, se desvirtúan los efectos positivos porque en esas condiciones se tiende, por mecanismo de defensa, al encubrimiento de hechos que deben ser no sólo conocidos sino repudiados y castigados.

Así vimos en Guatemala que consistentemente se dio el caso de que cuando algún miembro de las Fuerzas Armadas fue objeto de algún señalamiento legal, la institución cerró filas a su alrededor porque se consideraba que todo es producto de un ataque dirigido por los enemigos del Ejército que buscan destruirlo. Y por supuesto que existen esos enemigos y hasta es probable que puedan fraguar procesos con ese objetivo, pero cuando ciegamente se procede con Espíritu de Cuerpo, sin siquiera analizar las circunstancias específicas de cada caso, se termina generando una política de negación que además de encubrir termina alentando la comisión de hechos criminales porque los miembros del grupo se sienten en buena medida protegidos por la automática reacción institucional.

Lo mismo ha ocurrido con la Iglesia Católica porque pueden existir perversos intereses alrededor de muchas de las acusaciones que se hacen sobre pedofilia y pederastia, pero la reacción institucional de proteger a los acusados no ha sido la mejor de cara al daño que se pueda causar a personas no sólo inocentes sino indefensas. Recuerdo que cuando se destaparon los casos de Boston se dijo que el director del Boston Globe, el diario que realizó la profunda investigación, era un judío recién nombrado para el cargo, pero resulta que entre los periodistas que desde mucho antes venían trabajando en el tema había algunos católicos sinceramente preocupados por hechos graves que eran ocultados, cuando no apañados, por una jerarquía que pretendía preservar la imagen de la Iglesia aún a costa de mantener en sus puestos a los abusadores.

Tenemos que entender que tanto en cualquier gremio o institución la responsabilidad por hechos delictivos es personal y así debiera tratarse. Pero lamentablemente se convierte en responsabilidad institucional cuando la misma institución, por preservar su imagen, decide silenciar los casos y hasta proteger a los que cometen delitos. Esa es la realidad y generalmente cuando se entiende ya es demasiado tarde porque lo que debió quedar como un crimen cometido por individuos que merecen castigo, pasa a ser un crimen masivo alentado por ese mal entendido Espíritu de Cuerpo que pretende la salvaguarda institucional.

Dar la cara siempre ha sido la receta adecuada cuando se cometen errores, y no digamos cuando se incurre en delito. La tendencia a buscar excusas o pretextos, cuando no a negar llanamente los hechos, es generalizada pero no es la correcta. Asumir individual o colectivamente responsabilidades es signo de madurez y entereza.

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