Juan Francisco Reyes

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Juan Francisco Reyes López
Jfrlguate@yahoo.com

El presidente Donald Trump y el pequeño grupo de allegados con que cuenta en el gobierno, no quieren ver el gravísimo problema que significa la inmigración de miles de miles de menores de edad que, exponiéndose a todos los peligros que puedan existir, inmigran de los Cuchumatanes, de Quiché, de Totonicapán, de San Marcos, de Alta y Baja Verapaz buscando reunirse con sus padres que han inmigrado a Estados Unidos en las búsqueda de mejores condiciones económicas y sociales para salir adelante.

Un niño en su inocencia no comprende o dimensiona lo que es salir de su aldea en Guatemala.

Un niño no le teme al peligro de cruzar el territorio de México, de subirse a un ferrocarril que por sus características lo llaman La Bestia.

Un niño no le importa si es necesario morir en el camino, para él lo más importante es buscar y encontrar a sus padres y a los padres tampoco les importa los peligros y riesgos que implican el reunir a su familia.

El presidente Donald Trump y cualquier norteamericano de buena fe no puede impedir que se reúnan las familias, este hecho no es nuevo y evidencia de ello es el libro que se escribió en Italia hace más de cien años llamado “Corazón”, el cual narra la historia de un niño de 8 años que sale de Turín, Italia hacia la Argentina con el único deseo de reunirse con su madre, que ha inmigrado de los Apeninos a los Andes.

Ese relato hoy se repite cientos de cientos de veces,  de esos valientes y temerarios niños que abandonan  Guatemala, El Salvador y Honduras, quienes eventualmente se encuentran con miles de peligros en los Estados Unidos, donde se les está impidiendo reunirse con sus progenitores.

Qué corazón puede tener un hombre que siendo presidente de los Estados Unidos no acepta y no reconoce el grave problema que implica la inmigración de todos estos inocentes.

Acaso el presidente Trump no ha tenido hijos y no los ama con todo su corazón, acaso el presidente Trump no tiene los recursos económicos para montar escuelas básicas en la frontera de los Estados Unidos y preparar a estos niños, no para que sean soñadores sino para que sean el recurso humano que permita a Estados Unidos ser efectivo en su producción agrícola y en su producción industrial.

Él habla de aumentar la productividad en su país, sin embargo no existe mejor forma de aumentar la productividad que tener un recurso humano educado y preparado, que no le tenga miedo al trabajo, que busque que el trabajo básico sea efectuado de forma eficiente y rápida.

El presidente Trump puede reunirse con el jefe de Estado de Corea del Norte para abordar un problema como el arsenal atómico que ese país posee, mayor razón para que se reúna y resuelva un problema mucho más grande como la inmigración de niños y adolescentes que buscan reunirse con su familia y convertirse en personas eficientes y productivas para los Estados Unidos.

Ninguna bomba es más peligrosa que la que implica miles de miles de niños y jóvenes que se mueven por la necesidad más grande del mundo como es comer y trabajar.

El presidente Trump, como empresario, sabe que solo la eficiencia de una empresa y el pago de buenos salarios llevan paz social a un mercado, especialmente a un mercado tan grande como Estados Unidos.

¡Guatemala es primero!

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