Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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El término Fake News no fue inventado por Jimmy Morales y ni siquiera por Donald Trump puesto que desde hace años se viene utilizando en Estados Unidos por los que resienten la libertad de expresión y quisieran que la prensa fuera un sector sumiso a los grandes intereses que siempre pretenden que la opinión pública se quede sin información exacta. Pero no cabe la menor duda que fue Trump quien elevó el concepto al punto de que forma parte ahora del debate esencial en Estados Unidos y posicionó de tal manera la prédica contra la prensa que cualquier idiota recurre al mismo peregrino argumento cuando se siente afectado por la publicación de noticias que lo dejan en evidencia.

Pero todos hemos sabido que Trump es seguramente la persona más mentirosa que ha llegado al poder en Estados Unidos, al punto de que puede considerarse como patológica su enorme tendencia a mentir con el mayor descaro sobre cualquier tema que se le ocurra. Si hacía falta alguna prueba, esta semana fue fatal para el Presidente de los Estados Unidos porque fue dejado en evidencia, judicialmente, por dos cercanos colaboradores, uno que fue gerente de su campaña y otro que fue su abogado personal por muchos años, y resulta que la situación judicial de ambos terminó evidenciando como mentiroso y cínico al Presidente.

El caso más demoledor sin duda será el del abogado Michael Cohen, quien ha hundido al Presidente al reconocer cómo fue que se manejó el tema de las relaciones que el entonces candidato presidencial tuvo con varias mujeres y la forma en que lo silenciaron para que no hiciera daño durante la campaña. Ahora resulta que hasta el editor de la publicación National Enquirer, David Pecker, ha recibido inmunidad para que cuente todo lo que sabe respecto a esa trama de encubrimiento que dirigió Cohen bajo las instrucciones del mismo Trump, quien aportó el dinero para silenciar a quienes fueron sus amantes.

Y pareciera como si todo lo que tiene que ver con los relajos sexuales recibe en todos lados la misma etiqueta de Fake News porque a falta de respuestas no queda otro remedio que el de la mentira para encubrir hechos que para buena parte de la sociedad resultan imperdonables.

Trump ha mentido una y otra vez y lo hace con total descaro. Se atribuye acciones que nunca ha realizado y niega aquellas que ejecutó a lo largo de su tormentosa existencia. Y lo hace campante, con la actitud que tiene siempre ese tipo de personas que miente como parte de su naturaleza misma, lo que los convierte en mentirosos patológicos e incurables porque terminan como viviendo en un mundo de irrealidad en el que es ya muy difícil para sus mentes entender qué es lo cierto y cuáles han sido sus mentiras.

Ahora bien, si en ese tipo de personas tal comportamiento es inexcusable, qué podemos decir de una sociedad que se deja engañar tan burdamente. Se supone que Estados Unidos tiene un pueblo culto, pero surgen grandes dudas cuando ve uno la cantidad de gente que se tragó la patraña. Que muchos en Guatemala creyeran la paja de ni corrupto ni ladrón es una cosa, pero que el gringo le creyera a Trump es inexplicable.

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