Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquuin@lahora.com.gt
@ppmp82
He dicho y lo sostengo con rigor que el cambio de Guatemala es un tema económico, pero sobre todo que si la ciudadanía no está dispuesta a ejercer su rol más allá de las “alegres elecciones” estamos condenados a seguir viviendo esta realidad que no nos permite pensar que un futuro mejor está a la vuelta de la esquina.
La semana pasada y de forma milagrosa apareció una jueza suplente con un cuero suficiente para liberar a Blanca Stalling sin pagar fianza cuando hay hechos que, formando parte del expediente judicial, arrojan los indicios suficientes que ella es propensa a obstaculizar la averiguación de la verdad (y si no que lo diga el valiente juez Carlos Guerra) y a fugarse (y si no que le pregunten a los agentes que ejecutaron su captura).
Pero más allá del rol de la jueza y de que quienes defienden a Stalling son los cínicos que necesitan sus tentáculos para arroparse en el manto de impunidad o ser electos para algo desde la Corte Suprema de Justicia (CSJ), hay que destacar que la ciudadanía pasó de noche un evento que era un fuerte mensaje en pro de la impunidad y el retroceso en el país.
Los operadores de quienes desean volver al pasado tienen mucha experiencia y cultura de poder, saben medir que la ciudadanía parece haber bajado los brazos y ante esa situación, no sería raro que intentaran de nuevo expulsar a Iván Velásquez (o no lo dejen entrar) o que Jimmy Morales le haga caso a los manifestantes que dirigió la cubana Hernández que llegaron al Tribunal Supremo Electoral (TSE) y diga que en Guatemala no hay condiciones para realizar elecciones y pretenda perpetuarse en el poder para evitar lo que será su futuro: enfrentar la justicia.
Hay gente que en ocasiones dice que parece que los mafiosos y cínicos van ganando la batalla. Yo siempre digo que en el largo plazo reinará la decencia, los deseos de cambio y las voces de aquellos que deseamos una Guatemala sobre las bases de la sostenibilidad y más oportunidades para todos, pero en el corto plazo hay batallas que se pierden y empoderan a las fuerzas del mal que se sienten a sus anchas.
Alcanzar acuerdos nunca ha sido fácil y menos cuando hay muchas desconfianzas y sectores que no tienen claro el rumbo, pero en este momento es y debe seguir siendo el reto y el primer paso de ese rubro debe iniciar con despedir esa indiferencia crónica que parece habernos vuelto a atrapar.
Hubo quien me dijo que la gente no quiere decir mucho porque ahora que el control de la PNC está en manos de gente que apoya la tibieza con la que se han manejado las “condenas” a Nicaragua, es mejor permanecer un tanto callados, pero esa es justamente la apuesta de quienes con la teoría del miedo desean detener un cambio que se dará porque es inevitable.
Guatemala requiere de sus mejores hombres y mujeres, de la gente más comprometida, de los seres humanos menos conformes y de lo más convencidos para salir adelante y en eso, todos tenemos que vernos para adentro y preguntarnos si estamos librando nuestro mejor partido porque, para bien o para mal, las horas decisivas de esta nueva etapa de la historia están por llegar.