Mario Alberto Carrera
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Solamente los amorales -sobre todo quienes hacen de la patria un mercado y una triste mercancía expuesta a la oferta y la demanda- pueden ir pregonando (merolicos de los tianguis) que las ideologías no existen, que ya no tienen vigencia y que, preocuparse o hablar en torno a ellas y creer en ellas, es encontrarse fuera de los más “vanguardistas” conocimientos académicos.
Dijo recientemente uno de los más reputados profetas del decadente movimiento “arzú-aycinenista”, que ya las ideologías no existen refiriéndose peyorativamente a una reunión -en Cuzcatlán- donde pudo haber concurrido un variopinto espectro de ideologías, en posible apoyo a la plataforma eleccionaria que podría llevar a la Presidencia a Da. Thelma Aldana, cuya andadura valiente y brillante por el MP y la Fiscalía General le garantizan un merecido y sonoro triunfo. El sibilino profeta es Gustavo Porras, consejero áulico de quien en vida fuera la caricatura del Adelantado: Álvaro Arzú, privatizador de la Patria.
Lanzar al viento embrollado de contradicciones -teoría como esa del señor Porras- es perverso. Y es amoral, repito. Es tratar de secuestrarle al hombre de a pie, toda esperanza. Las ideologías son efecto del mundo de los valores (de la Ética, de la moral) sin cuyo asidero los guatemaltecos y la humanidad entera quedaría huérfana de futuro.
La teoría de Porras es aberrada porque difunde (por fortuna, sin éxito) que, con las “democracias liberales”, el libre mercado y la anulación del Estado (para que los ricos hagan lo que les dé la gana: laissez passer, laissez faire) se ha arribado al “Estado perfecto” y que, por lo mismo, se ha llegado al final de la Historia y, ergo, de las ideologías. Después de la caída del muro de Berlín, de la URSS y de la Guerra Fría, el mundo (globalizado) tiene un solo patrón: donde ya no caben nuevas tensiones dialécticas y el Capitalismo a ultranza dará sus mejores frutos (satánicos).
Pero eso que lo vaya a inculcar (Porras) a sus patrones de la cavernícola ultra derecha guatemalteca (la de su Adelantado para hurtar) que están muy deseosos de justificar una economía de libre mercado “aladinada” a la chapina, es decir, con ecos muy potentes de la encomienda y de las reparticiones de indios.
Si en algún país las tensiones entre las clases sociales se han polarizado hasta decir ¡no más!, es este. Es el nuestro: el de la “patria del criollo”, donde la discriminación y la explotación del indígena y del ladino pobre alcanza cotas desvergonzadas e impúdicas.
Así las cosas, en ninguna parte del mundo han concluido la Historia ni han agonizado las ideologías. Al contrario, es tiempo de escribir idearios y decálogos; es tiempo de entender que la única historia -que en este país debe concluir- es la de la rapiña empresarial y latifundista, levantando –en cambio- como gran estandarte y nuevo paradigma, la guerra contra la corrupción y la impunidad. Que quien delinca, lo pague. Y en esto doña Thelma y don Iván han puesto a la Patria en el lugar donde puede acunarse el porvenir del bien común.
Por eso es que Porras la emprendió contra la señora Aldana. Porque aún tiene que estar servilmente a las órdenes de los que corren peligro de ir al Mariscal Zavala, si algún día, no lejano, la que ayer fuera Fiscal General, llegara a ser Presidenta de la República.
Podría abundar sobre cuáles son las teorías que se encuentran sobre o bajo la base de las “profecías” de Porras. Podríamos hablar, asimismo -si quiere- de Hegel y su “Fenomenología del Espíritu”, de su intérprete Kojève -que lo volvió digerible- de su renovador Fukuyama y del libro “El Final de las Ideologías” de Daniel Bell. Estoy a sus órdenes.