Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

En 1989 se publicó un breve ensayo que luego dio paso en 1992 al aparecimiento de una polémica publicación a la que el autor, Francis Fukuyama, tituló: ‘El fin de la Historia y el último hombre’ (The End of History and the Last Man). En dicha obra, el autor aborda una interesante y controversial tesis a través de la cual –palabras más, palabras menos– expone que las ideologías han dejado de existir, dando paso a un mundo cuya base será, a partir del final de la Guerra Fría y como consecuencia de la caída del comunismo, la democracia liberal. El paso de los años, sin embargo, ha demostrado con evidencias innegables que dicha aseveración no ha resultado del todo cierta. Es más, las causas que históricamente originaron el aparecimiento de posturas ideológicas opuestas como mecanismo para la búsqueda de mejores o más adecuadas formas de gobernar o de conducir las sociedades, siguen existiendo tal cuales. En ese sentido, las posturas –en muchos casos extremas y radicales– que suelen enarbolar banderas de izquierda o derecha (según sea el caso, y que evidentemente siguen existiendo), no han podido demostrar aún que son verdaderamente funcionales en términos de soluciones, por ejemplo, para la disminución de las desigualdades sociales y para una mejor distribución de la riqueza de los Estados. Valga decir que durante las últimas décadas, a pesar de que quiera negarse y aunque con ciertas matizaciones modernas, el mundo ha seguido dividido en dos polos ideológicos a los que se han ido sumando algunas posturas intermedias que poco han aportado en virtud de que no se han abordado con seriedad como opciones reales o como alternativas a las tradicionales (la tesis de Fukuyama, por lo tanto, es cuestionable, puesto que se limita a una visión un tanto simplista y erróneamente reduccionista científicamente). El fin de la historia, tal como lo planteó, no se ha dado, y dudo mucho que llegue a darse en virtud de que, como ya se apuntó, no han desaparecido las causas primigenias del aparecimiento de esas posturas ideológicas que él indica que han llegado a su fin. Asimismo, evidencias hay de que la democracia liberal, en el sentido como fue planteada por Fukuyama, como la única salida posterior a ese fin de la historia, ha sido reiteradamente cuestionada, sobre todo en lo referente a la razón científica como impulso o motor de la historia y en eso que él llama la ‘voluntad de ser reconocido por otros’. Como corolario, quizá sea menester indicar que la democracia liberal, desde cualquier punto de vista, también tiene su génesis en una suerte de pensamiento ideológico, y eso, de alguna manera, cuestiona la premisa inicial en la que se basa la tesis de Fukuyama.

*El presente texto forma parte de un estudio más extenso acerca del tema que se publicará próximamente con otro título. Se incluye un capítulo donde se cuestiona si no habrá llegado el momento de considerar formalmente un modelo alternativo híbrido entre las corrientes ideológicas de izquierda y derecha, como ya sucede en la práctica.

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