Raúl Molina
En las condiciones actuales no quiero ser ni siquiera precandidato a algún cargo de elección. En 2011, fui precandidato a la vicepresidencia del Frente Amplio, cuatro años antes candidato al Parlacen con la URNG-Maíz y en 1999 candidato a alcalde de la ciudad capital con el Comité Cívico Acción Metropolitana. En las dos subsiguientes elecciones a la de 1999, se me propuso participar como candidato a alcalde capitalino por organizaciones de izquierda, lo cual no acepté, por falta de unidad. De haber hoy elecciones de diputados entre las y los migrantes, considero que la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala me propondría para uno de esos cargos; algunos dirigentes incluso han sugerido presentar mi candidatura a la Presidencia. No obstante, reconozco que una candidatura mía en el proceso electoral próximo, a cualquier cargo, es impensable. Arranquemos con la presidencia o vicepresidencia: después de haber sufrido a Pérez, Baldetti, Maldonado, Morales y Cabrera, es evidente que existen muchos ciudadanos y ciudadanas que puede hacer las cosas mucho mejor, con capacidad y honradez. Hay personas preparadas y probas, con compromiso real de hacer un gobierno digno, que podrían merecer nuestro apoyo; pero, en las condiciones actuales, no participarían en elecciones. La ley electoral favorece a los “poderosos” y los honestos no nos hemos podido unificar; lo más probable es que ante la diversidad de opciones quedemos tan fragmentados que se imponga el Pacto de Corruptos. Yo aceptaría una candidatura de diputado que representara a las y los migrantes; pero las reformas a la ley electoral han ignorado totalmente el derecho de las y los guatemaltecos en el extranjero a tener sus propios representantes.
Podría ser candidato a alcalde de la ciudad capital. No me faltan ideas ni proyectos, porque las necesidades que señalé en 1999 siguen sin alteración veinte años después. Propuse el Metro como promotor del desarrollo urbano, que hubiese evitado que las y los capitalinos tengan hoy que invertir entre tres y cuatro horas diarias de transporte para trabajar. No era quimera de “Comendador”, como el tren de riel que hoy se propone o las góndolas alpinas por la Avenida Roosevelt; era un proyecto a la par de avances en México y Chile. Abrimos los ojos -y la nariz- cada mañana y el basurero sigue ahí, como fuente de contaminación. Agua potable ha desaparecido del diccionario chapín y muy pronto no tendremos agua, ni potable ni impura, salvo la que paguemos en tiendas, con su correspondiente contaminación plástica. La ciudad capital es un desastre total, muy lejos del ordenamiento urbano legado por Colom Argueta. Debimos haber sacado a Arzú del ayuntamiento, antes de que muriera; pero la ley electoral le permitió su “dictadura criolla”, al no limitar los períodos como alcalde y al permitir que se ganara con solo tener más votos. Ningún alcalde debiese ser aceptado sin contar con más del 50% de los votos y no debería permanecer en el puesto más de dos períodos. Por ello, insisto, si las condiciones actuales no se modifican, soy de los que no postularían a ningún cargo. La transformación política es obligada y debe ser previa.