En tono airado y enérgico ayer el Presidente hizo un llamado al pueblo de Guatemala para que tome nota de que, según él, la Contraloría de Cuentas no lo deja trabajar porque está poniendo trabas que considera innecesarias a la ejecución de gasto presupuestario. De entrada hay que decir que si existen discrepancias con la Contraloría se deben utilizar los mecanismos de ley para resolver cualquier conflicto y que las bravatas no tienen cabida en estos temas, como tampoco se puede aceptar la afirmación de que en el gobierno “todo se hace con transparencia”, argumento que usó el señor Morales para objetar el trabajo del órgano de control y fiscalización.

Habiendo tantas cosas importantes que analizar en un país que se desmorona rápidamente, no se puede pasar por alto el desafío que hace el Presidente a la población para que cierre filas alrededor suyo a fin de, sin argumentos legales ni lógicos, se dejen en suspenso los esfuerzos de auditoría que por mandato constitucional tiene que hacer la Contraloría. Pretender que se le otorgue carta blanca para gastar como le dé la gana, simplemente bajo el ya socorrido lloriqueo de que no lo dejan trabajar, es totalmente absurdo cuando lo procedente es disipar los reparos formulados con diligencia y rapidez.

No es un secreto la incapacidad del gobierno actual para ejecutar la obra pública y para realizar sus funciones con diligencia, pero tampoco lo es que la cantaleta gubernamental es que no los dejan trabajar, frase que el señor Morales ha repetido hasta el cansancio culpando a todo el mundo de tener arte y parte en esa supuesta conspiración para entorpecer las funciones de su gobierno. Las acusaciones ayer contra la Contraloría fueron tan fuertes como infundadas, al menos en lo que a justificar su alegato se refiere, puesto que simplemente apeló a punta de gritos a que el pueblo entienda, según él, que su gobierno es diligente pero que hay un esfuerzo variopinto para hacerlo fracasar.

En temas de transparencia la Contraloría no ha sido ejemplo de cumplimiento cabal de sus funciones, pero la presión pública derivada de los hechos ocurridos a partir del 2015 obligaron a esa institución a mostrar aire con remolino y cuando se decide a auditar en instancias donde históricamente se hizo de la vista gorda, se encuentra con la retopada de un Presidente que no entiende el significado de la lucha contra la corrupción y que se sigue calificando como ni corrupto, ni ladrón y ahora de transparente cuando los hechos apuntan en otro sentido.

Redacción La Hora

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