Luis Enrique Pérez
Presuntamente el ser humano es causa de calentamiento global, principalmente por ser emisor del gas denominado “dióxido de carbono”, que se acumula en la atmósfera y retiene una excesiva proporción de la energía radiante que emite la superficie terrestre. Ese gas ha sido objeto de la más fogosa maldición de la dogmática, ideológica y fraudulenta iglesia del calentamiento global antropogénico, o calentamiento causado por el ser humano.
Empero, comienza a prosperar una tecnología que convierte el dióxido de carbono residual o atmosférico en combustible no contaminante, mediante un proceso denominado “electrocatálisis”. Este proceso consume energía solar; y produce sustancias químicas constituidas por hidrógeno y carbono, denominadas “hidrocarbonos”, de las que puede obtenerse gasolina y diésel. En los próximos habrá poderosos reactores de energía solar para consumar la conversión.
Esta tecnología es producto de un proyecto financiado por la Comisión de la Unión Europea. En ese proyecto intervienen el Instituto Max Planck, de Alemania; la Universidad Louis Pasteur, de Francia; la Universidad de Patras, de Grecia; y la Universidad de Mesina, de Italia. En una entrevista concedida a la revista New Scientist, Gabriele Centi, profesor de química industrial, de la Universidad de Mesina, declaró: «La conversión de dióxido de carbono en combustible no es un sueño. Es una posibilidad real, que requiere más investigación».
El dióxido de carbono residual o atmosférico también puede ser convertido en combustible por medio de una célula solar que imita maravillosamente el proceso de fotosíntesis, por el cual determinados seres vivos emplean la energía solar para transformar sustancias inorgánicas en sustancias orgánicas. Esa célula solar convierte económica y eficientemente el dióxido de carbono en combustible, precisamente mediante energía solar. Fue creada por investigadores de la Universidad de Illinois, con el patrocinio financiero de la Fundación Nacional para la Ciencia y el Departamento de Energía, de Estados Unidos de América.
La célula solar tradicional emplea energía solar para generar electricidad, es decir, es fotovoltaica; pero la nueva célula solar, fantásticamente más eficiente, emplea esa energía para generar combustible. Es célula “fotosintética”. Ella produce, a partir del dióxido de carbono, un gas constituido por hidrógeno y monóxido de carbono, que puede utilizarse como tal, o puede ser convertido en hidrocarburos, como el diésel. El precio de un litro de combustible obtenido del proceso fotosintético puede competir con el precio de un litro de combustible obtenido del petróleo. Y con la célula fotosintética un automovilista podría producir el combustible que consume su automóvil.
Mediante el proceso electrocatalítico, o mediante el proceso fotosintético, o mediante ambos, y probablemente mediante procesos adicionales creados por el próspero y benéfico poder de la ciencia y la tecnología, el dióxido de carbono residual o atmosférico podrá disminuir extraordinariamente. No importará, entonces, que el ser humano sea emisor de dióxido de carbono, y hasta puede ser beneficioso que incremente la emisión de ese difamado gas.
El consumo de combustibles derivados del petróleo puede comenzar a disminuir fabulosamente cuando, transcurridos aproximadamente diez años a partir del año presente, el dióxido de carbono residual o atmosférico sea cuantiosamente convertido en combustibles que sustituyen a los combustibles derivados del petróleo. Quizá entonces comience una novedosa era energética en la historia de la humanidad, más revolucionaria que la era del petróleo, el cual parece destinado a una pronta obsolescencia.
La iglesia del calentamiento global antropogénico ya no podrá perseguir, como si fuera un terrible demonio, al dióxido de carbono, por dos motivos principales. El primero es que se reducirá la denunciada acumulación de dióxido carbono en la atmósfera, y con ella, la retención de la radiación solar emitida por la superficie terrestre. El segundo es que se reducirá el consumo de combustibles derivados del petróleo, cuya combustión genera dióxido de carbono.
Post scriptum. Una nave espacial que viaje a Marte podría convertir en combustible el dióxido de carbono que hay en ese planeta, para consumirlo en el viaje de retorno a la Tierra.