Ante la perspectiva de una merma en la actividad económica para la segunda parte de este año, los empresarios demandan acciones que permitan mayor inversión y que atraigan a capitales extranjeros para generar empleos en el país, aprovechando el crecimiento que muestra la economía norteamericana. No mencionan, en absoluto, la necesidad de profundizar la lucha contra la corrupción que ha sido causa de nuestros males porque el deterioro mismo de la infraestructura, que tanto les preocupa, es resultado de las componendas entre funcionarios y contratistas para hacer mamarrachos con precios superinflados y en vez de exigir calidad del gasto, se proponen nuevos acuerdos para seguir ordeñando la vaca.

Se habla de certeza jurídica como elemento indispensable, pero fueron precisamente esos sectores los que se opusieron a la reforma constitucional para el sector justicia que pretendía, eso sí, afianzar el Estado de Derecho para erradicar los vicios que impiden el verdadero imperio de la ley. No podrá haber certeza jurídica real en la medida en que nuestro sistema de justicia siga cooptado por poderes fácticos empeñados en mantener la impunidad para proteger a los corruptos y eso lo debieran saber y plantear los empresarios que insisten en demandar certeza. Tal vez es porque para algunos de ellos la certeza se traduce en honrar licencias, permisos y contratos surgidos de mordidas y trinquetes y porque lo que demandan es inversionistas tipo Pérez Maura que vienen a bañar en dinero a funcionarios corruptos.

Sus buenas intenciones las deben mostrar exigiendo esas reformas para salir de jueces y magistrados corruptos, demandar que el gobierno deje de enviar señales equivocadas y demandar verdadera transparencia y que el Congreso se depure. Todos queremos una Guatemala mejor pero unos la queremos distinta y otros quieren seguir con la misma.

Imposible entender cómo es que quieren una mejor Guatemala sin reafirmar el compromiso en la lucha contra los pícaros que han saqueado al país. Sin mención de ese problema grave enraizado en la estructura nacional, parece que lo que se busca es la reactivación de los negocios al estilo en que se han hecho en los últimos años, es decir, producto del soborno.

La Guatemala corrupta no tiene futuro ni ofrece expectativas para nadie y hace falta compromiso y definición en estos momentos en que se renuevan los esfuerzos por consolidar la Dictadura de la Corrupción. Una Guatemala capaz de promover inversiones y generar empleo requiere de reglas claras garantizadas por un sistema de justicia depurado, un Congreso legislando para el pueblo y un gobierno que haga algo más que atacar a la CICIG.

Redacción La Hora

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