Luis Fernandez Molina

luisfer@ufm.edu

Estudios Arquitectura, Universidad de San Carlos. 1971 a 1973. Egresado Universidad Francisco Marroquín, como Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales (1979). Estudios de Maestría de Derecho Constitucional, Universidad Francisco Marroquín. Bufete Profesional Particular 1980 a la fecha. Magistrado Corte Suprema de Justicia 2004 a 2009, presidente de la Cámara de Amparos. Autor de Manual del Pequeño Contribuyente (1994), y Guía Legal del Empresario (2012) y, entre otros. Columnista del Diario La Hora, de 2001 a la fecha.

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Luis Fernández Molina

Quiero compartir un texto que pudo ser escrito ayer, hace una semana, un mes o un año. Pero no, fue escrito en la década de 1795, unos veinticinco años antes de nuestra Independencia. En esos días previos a los avances napoleónicos en Europa y la efervescencia separatista americana y antes de que brotaran las ideologías sociales. El autor es el Deán Antonio García Redondo y la transcripción la hago del magistral libro La Patria del Criollo de Severo Martínez. Se refiere Redondo al emergente problema, en un contexto social que estaba dividido en tres estamentos: los españoles (criollos y peninsulares), los indios (así los nombra Martínez en aplicación del uso corriente de ese entonces) y los crecientes ladinos. La turbulencia social surgía por esa población intermedia –ladinos– que no eran españoles como tampoco indios. Una capa intermedia que no tenía los derechos de los primeros ni las sujeciones (sometimiento) de los segundos. En los albores de la colonia no presentaron problema, eran muy pocos; el problema desbordaba conforme esa población aumentaba; sus miembros deambulaban erráticos entre las ciudades de criollos y los pueblos de indios. No se les admitía en ninguno de esos espacios.

Por ello escribe el Deán: “Un hombre que no puede tener propiedad, ni bien raíz alguno en el país o pueblo que habita, es siempre extranjero en él. Como extranjero tirará a pasar, y pasando arrebatará lo que pueda, seguro de que nunca va a perder; por esta parte es el hombre más independiente de las leyes, y más libre de la inspección de los jueces. Si éstos le persiguen con echar a andar los dejan burlados. ¿Y qué respeto deberán tener a las leyes unos hombres a quienes (esas leyes) no favorecen en nada de lo principal, y solo en el texto para castigar sus delitos? ¿Qué virtudes, qué conducta se puede esperar de ellos, no teniendo raíz alguna que los ligue y estreche con el país que habitan, donde son tratados como extranjeros y nunca mirados como hijos? Esta es una de las principales causas de que los ladinos sean malos, y algunas veces perjudiciales en los pueblos; más yo he admirado que no sean mucho peores y que se encuentre entre ellos gente de probidad, como la hay en efecto.

Glosando esas notas, Severo Martínez indica: “confiesa (Redondo) que se sorprende de que, siendo la vida lo que era para los ladinos, no fueran ellos mucho peores. No les quedaba otro recurso que violar las leyes, porque esas leyes les negaban derechos vitales y los cargaban de castigos infamantes. Estaban obligados a engañar, a usurpar, a arrebatar (…) tenían que defenderse haciendo a un lado escrúpulos morales que solo beneficiarían a sus enemigos de clase, los dueños y los mandones (…) muchos de ellos (…) decidieron abrirse camino “por las malas.”

Haciendo de lado ciertas limitaciones prácticas, esos pobladores (ladinos) habrían emigrado al norte, atravesando México y llegar a los parajes del actual Estados Unidos. Después de todo el imperio español comprendía desde California hasta la Patagonia. Pero en esa fecha Texas o California eran campos casi desocupados: apenas las misiones de Junípero Sierra y en Tejas, faltaría medio siglo para El Álamo.

El texto del Deán resuena más de dos siglos después como ecos del pasado. Recuerdan que los actuales lodos vienen de aquellos polvos. Los aspectos externos habrán cambiado pero el fondo sigue siendo el mismo. El sistema debe absorber a esos ciudadanos, haciéndolos propietarios o bien facilitándoles trabajo digno. Mientras no tengan esas posibilidades van a ser como extranjeros en la propia Guatemala y, eventualmente seguirán “siendo malos”.

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