Edith González
Esa mañana del 3 de junio, ya se sentía la fina arena sobre las calles y techos en la capital. Pronto nos enteramos que caía en muchos lugares. –Es el volcán que está haciendo erupción– se escuchó más de una vez.
Eddy Sánchez, el experto del Insivumeh informó que el Volcán de Fuego alardeaba su fuerza y era mejor considerarlo en serio y tomar precauciones. Luego hacia las 13:00 horas el Hotel La Reunión en sus faldas evacuaba a sus huéspedes. Acostumbrados a los retumbos, ahora veían venir algo diferente y nada bueno.
Hacia las 15:00 horas con temor, miedo, sorpresa y muchas más emociones los guatemaltecos pudimos ver las primeras escenas de dolor y angustia reflejados en los rostros de las personas que con el cuerpo quemado corrían huyendo de una enorme nube gris de material piroclástico que parecía perseguirlas y querer atraparlas, despidiendo un terrible calor que superaba los 500 grados, absorbiendo la humedad de la tierra y de los cuerpos vivientes. Seguida de lahares que dejaban sepultado todo a su paso, cubriendo los caminos y ocultando los árboles.
Los teléfonos de los cuerpos de emergencia no dejaban de sonar, las voces al otro lado clamaban por ayuda. Alertaban de una terrible erupción del Volcán de Fuego que alcanzaba muchas comunidades de Escuintla.
Inmediatamente el Comandante de los Bomberos Municipales Departamentales, Carlos Ruiz Burgos, reunió a la Patrulla Especial de Rescate y se encaminaron al lugar de la tragedia. Lo que sus ojos vieron al llegar, expresó, superaba todo lo que pudo ver con anterioridad en estos casos, “parecía que ardía Pompeya”.
La gente corría y gritaba pidiendo auxilio, sin siquiera percatarse que llevaba los pies desechos por el calor de la arena que pisaba. Expertos indicaron que la temperatura superaba los 200 grados centígrados
Al pasar 72 horas las autoridades siguiendo protocolos internacionales suspendieron las labores de búsqueda y rescate. Para entonces, dice el Comandante Burgos, estábamos muy agotados, caminar en arena caliente fue muy difícil, las botas se deshicieron, al igual que los uniformes, no teníamos suficiente equipo, y mucho se dañó, las pérdidas fueron grandes, pero logramos cumplir con nuestro trabajo, ayudamos a la gente a salir de ese infierno…
Los guatemaltecos se volcaron a los centros de acopio, la ayuda internacional llegó. La Municipalidad capitalina brindó personal calificado, el Ejército de Guatemala prestó maquinaria y mano de obra, y en un terreno de la municipalidad de Escuintla el alcalde Abraham Rivera autorizó la construcción de un circuito de albergues a donde se traslada a los damnificados, mientras se construyen sus casas nuevas en la finca La Industria.
Pasados 40 días algunos damnificados han salido de los hospitales, otros muchos de ellos fueron cristianamente enterrados, los vecinos del lugar siguen en la búsqueda, las autoridades han tenido que permitirlo, pese a poner en riesgo su vida y su salud, quieren encontrar a sus seres queridos desaparecidos.