GRECIA AGUILERA
Al llegar la tarde, una de las cosas que más me gustaba era interrumpir la lectura tan concentrada que tenía mi señor padre el maestro don León Aguilera, diciéndole: “Papi, ya vino La Hora…” “Bueno chiquitilla, léame el titular…” me contestaba. Ahora que soy columnista de este diario, que cumple 98 años de exitosa labor activa y heroica, siento una gran satisfacción de poder escribir y expresar así el cariño que siempre le he tenido a diario La Hora, porque en mi casa se esperaba con ansia, junto con el recordado diario El Imparcial, especialmente porque ambos periódicos publicaban las noticias más relevantes y de último momento para ser leídas el mismo día en la tarde. En el año de 1920 Clemente Marroquín Rojas fundó diario La Hora, con un alcance futurista que ha llegado hasta hoy como una necesidad dentro de la tromba de injusticias y corrupción que ha vivido Guatemala a través del tiempo, y que este vespertino ha denunciado con valentía. Mi padre don León Aguilera escribió en una de sus Urnas del Tiempo, dedicada al cincuentenario periodístico del fundador de Diario La Hora lo siguiente: “En Clemente Marroquín Rojas se funden tres vigorosas personalidades: el periodista, el político y escritor. Tres distintas en una sola; de la trimurti el periodista alcanza la cima de 50 años de recio y tempestuoso ascender intelectual. Periodista no de escuela, no de técnica aprendida, no de cartabones prescritos. Intuitivo, inspirado con el verbo mismo provenido desde el ‘Quosque Tandem’ de Cicerón a Catilina.” Y continúa: “La Hora es Clemente Marroquín Rojas, es el ceño de su intelecto, su cólera, su diatriba contra lo que encuentra malo a su paso… Clemente puede como escritor resumir una obra total que marcha paralela a su periodismo. Y si es política, está en su periodismo. Cuando el tema lo sugiere escribe hondo y documentadamente, es historia, y cuando vierte un ácido buen humor es la espina que hiere y la rosa que acaricia. Cincuenta años contemplan su fecunda y valiente labor. Sobre su personalidad se han impreso muchas páginas de periódicos y revistas, se le consagra cada año en su cumpleaños, pero este es un aniversario luminoso para el veterano guerrero de las letras… Cincuenta años como cincuenta laureles le formen la corona para su frente en el bronce o en el mármol pentélico con que tarde o temprano la Patria honra a sus hombres máximos.” Y cuando Clemente Marroquín Rojas fallece en 1978, don León Aguilera escribió en su Urna titulada “Clemente el Grande”: “Se ha callado la Gran Voz. Se oye más ancha la Gran Voz. Se ha sumado, se ha multiplicado el panegírico. La vida del hombre-montaña, del hombre-volcán ha sobresalido más sobre el mar del tiempo. ¿Se han agotado los precisos epítetos? ¿Se ha extinguido en la distancia el clarín del epinicio? No, siempre queda algo por decir, la vida de Clemente Marroquín Rojas fue una fuente, más tarde un río con los afluentes de su experiencia, un torrente cívico hasta confluir en el delta amazónico de su muerte. La muerte le formó un arco de triunfo, su muerte fue su apoteosis… Dijo el padre de la historia, Heródoto, que no podía calificarse la vida de un ser humano hasta que se cumplía con su muerte, entonces Clemente Marroquín Rojas, con su muerte se erigió en Paladín de letras, de verbo combativo, de picas contra las injusticias… Jupiterianamente manejó los relámpagos, hizo rodar los truenos y lanzó los dardos de sus rayos con su rotundo y profético verbalismo. Sumó en sí mismo los sueños de un Daniel con las admoniciones de un Jeremías… Clemente se ha ido. No vuelve. ¡Cuidado! La Hora vive como su monumento en marcha y están sus cachorros. Ahora entra en la leyenda y la historia y queda como ‘Clemente el Grande’, de las letras de belicismo cívico.”