Raúl Molina
Quise estar equivocado y no tener la razón al hacer una predicción negativa. No fue el caso con las elecciones de 2015; resultó peor la realidad que la predicción. Adelanté que el Congreso iba a ser igual al del período anterior, porque las y los candidatos procedían del mismo sistema político corrupto y desprestigiado; pero no imaginé que se iba a instaurar en él la “mafia de los corruptos”, dispuesta a aprobar leyes que se les acomoden y que garanticen la impunidad. El Congreso actual discute, a la sombra del pérfido gobierno de Estados Unidos, la legalización del financiamiento ilícito, que dejaría en libertad a corruptores y corruptos, para seguir saqueando al Estado y a la sociedad, y la amnistía de los asesinos que fueron culpables de crímenes de lesa humanidad en un país con más de doscientas mil víctimas y el único de América en donde ha quedado comprobado el genocidio. El solo hecho de debatir en torno a esta legislación debería llevar al cierre del Congreso, por actuar inconstitucionalmente e ir en contra del Acuerdo de Paz Firme y Duradera de 1996.
Tampoco se ha quedado corto el pronóstico del Poder Ejecutivo, manejado por incapaces y arrogantes personajes con acusaciones delictivas. Nunca creí en Jimmy, no por ser un comediante, porque Cantinflas la hizo bien de Presidente en alguna de sus películas, y no por su religión, aunque preocupaba su evidente fanatismo. Preocupaba más el círculo que lo envolvía: militares contrainsurgentes que se habían fugado del Partido Patriota para aprovechar la base paramilitar construida en todo el país y financiada por el Estado. Preocupaba el origen de su financiamiento electoral y el “rasgo nacionalista” que quiso imponer desde sus primeros días. Denuncié el protagonismo que decidió darle al Ejército, metiéndolo de nuevo en acciones ciudadanas; iba a ser el chantaje para mantener el apoyo de la cúpula militar. De ese concubinato han salido fraudes groseros, como otorgar el “bono de responsabilidad” como coima para oficiales con mando, y lógicamente con la reciprocidad de recibir Jimmy su correspondiente pago. Decidió el Presidente, a regañadientes y bajo presión de Estados Unidos, retirar al Ejército de patrullar las calles con la Policía Nacional; pero los elevados fondos destinados para esa función no fueron devueltos. En el momento en que las víctimas de la tragedia del Volcán de Fuego necesitaban con urgencia de ayuda, Jimmy adujo no tener dinero y a mitad de la crisis hizo una transferencia millonaria al Ejército. Las fallas de este poder ejecutivo, con minúscula, han sido muchas y cada una de ellas ha sido motivo suficiente para pedir la renuncia de Jimmy. Sabemos que no se ha ido porque goza del favor de Trump, lo que hace que Jimmy no defienda a gente guatemalteca frente a su odio antiinmigrante. Quien se llena la boca con frases tomadas de la Biblia, no ha encontrado ni una palabra para pedirle un trato digno a quienes huyen de la miseria y el subdesarrollo. No me equivoqué en 2015 al anunciar crisis y tragedias; espero no equivocarme ahora al anunciar la expulsión de Jimmy Morales. La ciudadanía llegó ya a la “tolerancia cero”.