David Barrientos
La catástrofe en las faldas del Volcán de Fuego, pone al descubierto que necesitamos una Gestión Integral de Riesgos; lastimosamente después de más de veinte años de existencia de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres Conred, no existe una política pública, o existe en una presentación en Power Point y que del ordenador no sale, y seguimos sin saber cómo responder principalmente a la fuerza que la naturaleza nos impone con frecuencia, lo que debiera habernos colocado ya, como ejemplo de cómo enfrentar los efectos de estos fenómenos. Tristemente hoy trece días después de la catástrofe, la situación en el área es caótica, las personas que sobrevivieron no tienen claro hacia dónde van.
Es evidente la falta de una política pública, que en primera instancia, tenga asignación de recursos estatales para desarrollarse, que sea conocida por todos, donde la gestión de riesgos sea un eje transversal en los diferentes niveles de la educación nacional, haciendo imperativa la prevención, a través de sistemas de alerta temprana. Por ahora no vemos en el sistema educativo nacional este tema, como si fuera poca cosa la pérdida de vidas. Con una política sólida no se debiera permitir la construcción de viviendas en las faldas del volcán, posiblemente si, áreas de producción agrícola por los suelos fértiles, pero no aldeas completas que con el consentimiento de la autoridad política de todos los tiempos, se extienden en esa área, esto se evidencia por las carreteras construidas por autoridad nacional y local, sin que nadie ni nada lo impida; es más, hasta las visitas al volcán debieran ser restringidas a cierta distancia y desarrollar un entorno turístico seguro.
El ejemplo del Hotel La Reunión, ubicado en el área nos señala dos aspectos importantes: el primero es que con una política pública claramente definida no debiera construirse un hotel en ese lugar; el segundo aspecto es, que el hotel haya evacuado ordenadamente a sus huéspedes y luego a su personal de planta, nos señala que el impacto de estos eventos puede disminuirse, al hotel si le funcionó su sistema de alerta temprana. Es también cierto que no es lo mismo evacuar a una comunidad, que a los huéspedes de un hotel, sin embargo es diferente que las personas no quieran abandonar sus viviendas habiendo sido avisados y puesto a su disposición los medios para evacuar el área, y evitar así, la muerte de niños ancianos y enfermos, a morir por no tener consciencia de la magnitud de la amenaza.
La reciente emergencia también pone al descubierto de que estamos hechos los chapines, nos hace ver lo solidario que somos: personas de todas las instituciones, voluntarios de todas las condiciones sociales se volcaron a ayudar; entre víveres, ropa, vehículos, etc. esa actitud es vista con frecuencia. Nuevamente se ve en el escenario a bomberos, soldados, particulares, policías, todos en el mismo esfuerzo solidario. Sin embargo, fuera mejor verlos evacuando a pobladores a lugares seguros, poniendo logística a disposición de la población en peligro, en actos preventivos.
Es imperativo entonces construir una política real para la gestión de riesgos, con la que podamos responder ordenadamente a las amenazas que la naturaleza o la mano del hombre nos traerá, y de manera estructurada, sistematizada y adecuada disminuir el impacto de próximos eventos, de lo contrario seguiremos lamentando la ausencia de tal gestión.