Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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Emilio Matta Saravia
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Los partidos políticos en Guatemala son simples vehículos electoreros que se utilizan para llevar al poder, estatal o local, a individuos (generalmente caudillos o caciques) que en su gran mayoría buscan únicamente aprovecharse de sus puestos para enriquecerse. Es nuestra triste realidad.

Me di a la tarea de buscar distintos partidos políticos alrededor del mundo desarrollado o en vías de serlo, por supuesto, y encontré grandes similitudes en la mayoría de ellos, a diferencia de lo que existe en nuestro país. En países como Australia y Nueva Zelandia, por ejemplo, aunque hay más de 10 partidos políticos en cada país, se practica un bipartidismo de hecho, entre el Partido Liberal en Australia y el Partido Nacional en Nueva Zelandia (ambos centro derecha), y los Partidos Laboristas (centro izquierda) de cada uno de dichos países. En Chile, por ejemplo, existe la coalición de derecha que aglutina a los partidos Renovación Nacional y Unión Democrática Independiente, entre otros, ambos de derecha, y la coalición de izquierda que agrupa a los partidos Socialista de Chile y Democracia Cristiana, entre otros. En Estados Unidos es más que conocido en nuestro país que son los partidos Republicano y Demócrata los principales.

Hay algo que todos los partidos mencionados anteriormente tienen en común, y que los diferencia de los nuestros: todos tienen un set de creencias y valores, una plataforma que expresa su ideario y su ideología, una estructura partidista que incluye a los líderes, mujeres, juventud y poder local, un reglamento interno detallado y muy estricto y una metodología de trabajo. También algo más los une, y es que, a pesar de sus diferencias en temas de ideología y de su rivalidad política, estos partidos buscan el bien común, tienen claro que el Estado debe proveer salud y educación gratuita a toda la población (ambas de calidad) así como un sistema de pensiones permita una vejez digna, un sistema fiscal que permita recaudar adecuadamente los tributos y que castigue a quienes los evaden, y un apoyo muy importante para los empresarios, principalmente pequeños y medianos, ya que entienden que son la base de una economía sana. Otro tema importante es que, independientemente del país, los partidos declaran obligatoriamente a todos sus financistas y tienen techos de financiamiento por una persona o una entidad. Por supuesto que los países mencionados tienen ingresos per cápita por encima de los cuarenta mil dólares anuales, con excepción de Chile, que solo llega a veintiséis mil dólares anuales (lidera América Latina, por cierto).

Todo lo contrario a nuestros partidos políticos, que carecen de todas y cada una de las características torales que distinguen a los partidos de países con un mayor grado de desarrollo que el nuestro. Es interesante que cuando uno lee los reglamentos de los partidos políticos, por ejemplo, el transfuguismo es severamente castigado y los diputados o senadores tránsfugas son considerados parias. También es importante destacar que aunque hacen coaliciones de varios partidos políticos, cada partido sigue siendo un ente independiente (no se fusionan) y los afiliados a cada partido permanecen en el mismo, no se cambian. Muy distinto lo que ocurre en nuestro país, que para los diputados, alcaldes, gobernadores y demás funcionarios cambiar de partido político es como cambiarse de ropa interior.

Creo sinceramente que una de nuestras prioridades como nación es transformar nuestra legislación en materia electoral y de partidos políticos para tener plataformas coherentes y éticas que privilegien los valores por encima de los billetes.

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