Raúl Molina

Se ha ido dibujando la deshonestidad como el sello de Jimmy Morales y de la mayoría de los integrantes de su partido, particularmente los que se han insertado en los Poderes Ejecutivo y Legislativo. No son solamente abusos de poder, violaciones de la Constitución, actos de corrupción e indiferencia ante los problemas nacionales, sino que lo intentan tapar todo con el silencio, la mentira, cambios en las leyes y, cuando les es necesario, crímenes que queden impunes. Se trata de un gobierno y de una mayoría del Congreso que son absolutamente deshonestos. Por ello es que las peticiones de revisión de medidas, renuncias a los puestos que no saben desempeñar o un mínimo de humanidad en la gestión pública se estrellan contra la arrogancia del jefe de Estado, que al asirse de las extremidades de Donald Trump, cree estar por encima del bien y del mal.

Los actos más recientes de deshonestidad tienen que ver con la tragedia de la erupción del Volcán de Fuego; pero tienen su antecedente en el acto criminal de quemar vivas a jóvenes menores de edad en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción. Hoy, con el aval presidencial, la señora Jovel detiene la ayuda humanitaria enviada como gesto de enorme solidaridad por países vecinos, sin duda a la espera de que lleguen las ayudas israelí y estadounidense (¿llegarán?) para darles primicia mediática. Su expresión “no hay que llorar ante la leche derramada” la proyecta igual que la señora. Baldetti, con su “agüita milagrosa”. Ambas merecen ir a parar a la cárcel y quedarse ahí por años, al igual que sus jefes y compinches. También el Ministro del Ambiente, ausente de los esfuerzos de socorro ante una tragedia ambiental, aprovechó ésta para escaparse del merecido antejuicio y despido, gracias a los corruptos del Congreso. Ante su arrogancia de que está en el puesto no por capacidad sino que por político, el Presidente, en vez de expulsarlo, casi lo condecora. Para colmo, dicho Congreso intenta recetarse un manto de impunidad para seguir con el control político y la “piñata” del Estado.

La deshonestidad de Jimmy Morales no es nueva. Los empresarios implicados en el financiamiento ilícito del FCN-Nación en 2015 afirman que las decisiones de ese partido fueron tomadas por su Secretario General, por lo que la recepción de recursos y la utilización de los mismos son su responsabilidad. Sin embargo, Jimmy se presentó como cristiano fundamentalista que no miente ni roba, y muchos evangélicos de buena fe y algunos engañados católicos votaron por él. Deberían estar hartos de él, porque de cristiano no tiene nada, y su fundamentalismo se centra, no en la religión sino que en un nacionalismo a ultranza y su dogmatismo intransigente. Resulta evidente que la solución de nuestros múltiples problemas comienza con el derrocamiento de la dupla presidencial, su impresentable Gabinete y las y los diputados corruptos. No es una tarea del Ejército, porque este se ha convertido en la “guardia pretoriana” de Jimmy Morales; la fuerza debe provenir de las masas indignadas y la conducción de las y los dirigentes sociales y políticos que no están atrapados en el pantano de la corrupción.

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