Edgar Villanueva

Recientemente el Senado de los Estados Unidos, confirmó a Michael Pompeo como el septuagésimo Secretario de Estado. El Secretario Pompeo, un abogado, político y ex oficial del Ejército estadounidense, sustituyó al empresario Rex Tillerson, al frente de la diplomacia estadounidense.

Una de las primeras medidas que tomó Pompeo a su llegada al Departamento de Estado fue enviar una comunicación electrónica y hablar directamente con su equipo de oficiales del servicio exterior, uno 13,700, y asegurarles que fortalecería la institución para asegurarse que pudieran hacer su trabajo. Pompeo, al contrario de Tillerson, entendía que fortalecer la institución, conformada por profesionales de alta calidad, era una decisión que fortalecería a su país. Y así lo ha hecho, proveyendo estabilidad y respeto a la función burocrática del servicio exterior, confiando en sus liderazgos y complementándolos con profesionales de mucha trayectoria y experiencia.

Desde su llegada, y con el visto bueno del presidente Trump, se ha podido experimentar una reducción de la “fuga de cerebros” que había provocado (a propósito o sin querer) Tillerson y se han asignado funcionarios a puestos que estaban desiertos desde hacía muchos meses. Estas situaciones son vitales para la seguridad nacional y la protección de los intereses estadounidenses en el mundo, pues son los diplomáticos y sus estrategias los que conforman esa primera línea de defensa. En este sentido, Pompeo expresaba a sus colegas en el correo electrónico: Con el reinicio de las contrataciones de individuos calificados y talentosos, estamos asegurándonos que tenemos a las personas adecuadas para avanzar nuestros intereses nacionales.

El ejemplo del secretario Pompeo es digno de imitar y es uno que nos debería de guiar con todas nuestras instituciones de Gobierno. La reconstrucción y fortalecimiento institucional deben ser hilos conductores de cualquier Gobierno al futuro. Debemos de profesionalizar la función pública, capacitando a aquellos que ya están dentro del servicio y proveyendo estímulos para aquellos profesionales con altas cualidades que pudieran estar interesados en servir al Estado.

Esto pasa por una reforma de la Ley del Servicio Civil y por tomar decisiones duras en cuanto a la conformación de nuestra burocracia. Sobre todo, pasa por un liderazgo dispuesto a hacer los cambios y a mostrar a los equipos del servicio público ese respaldo y confianza que necesitan para servir, en condiciones cuestionables en algunos casos, al pueblo de Guatemala. También es importante dotar a las instituciones de fondos suficientes para cubrir sus necesidades, proveer condiciones dignas de trabajo y para pagar a los funcionarios salarios atractivos, la función pública debe de ser un servicio a la patria, no un sacrificio por la patria.

Sobre todo, pasa por ser estratégicos y claros en nuestros intereses nacionales. Pompeo lo tiene claro: Dotar a nuestro servicio exterior de toda la fuerza necesaria (….) es exactamente lo que necesitamos para reafirmar el liderazgo de América (EE. UU.), en el mundo. Si los guatemaltecos tenemos claras nuestras prioridades (en todos los ámbitos), el fortalecimiento de nuestras instituciones será una pieza fundamental para avanzar las mismas.

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