FRANCISCO CÁCERES BARRIOS
caceresfra@gmail.com

Tuve la suerte de ocupar cargos de mucha responsabilidad en la iniciativa privada guatemalteca a través de muchos años, por lo que puedo asegurar que “en todas partes se cuecen habas” y que la administración pública no es la única que padece de ese mal, pues me consta que abundan los llamados ejecutivos, ahora denominados por abreviaturas, que se embolsan hasta los vueltos tal y como lo hacían cuando de patojos sus padres les daban el dinero para ir a comprar determinado libro de texto. Así es que para ser sinceros, en Guatemala ya nada nos sorprende, mucho menos lo que suceda en el extranjero, en España por ejemplo, en donde acaban de ser sentenciados 29 empresarios y funcionarios en un escandaloso juicio por evasión tributaria, fraude, lavado de dinero, malversación de fondos públicos, abuso de poder y otros delitos.

En Guatemala da pena, vergüenza y tristeza escuchar a mucha gente que se autoproclama “honorable” para expresar con suma tranquilidad que falsificar cotizaciones o hacer ofertas falsas de productos o servicios a entidades del Estado, –“eso todo el mundo lo hace” y por ello los medios de comunicación no debieran hacer tanto “escándalo” por nimiedades, mucho menos, que los jueces envíen a los encartados a prisión preventiva. Eso sí, cuando son afectados sus intereses se tornan en paladines de la eliminación de la corrupción y acabar con la impunidad. En otras palabras, la experiencia adquirida a través de los años nos ha indicado que la mayoría de mis paisanos solo ven el “derecho de su nariz” y lo demás poco les importa.

Hace buen rato dijimos que la lucha contra la corrupción no iba a ser fácil, sin embargo, en lontananza hay una clara señal de que bien pudiéramos estar dando los primeros pasos para contrarrestar de alguna manera el desaforado apetito de los funcionarios para hacer dinero fácil a la primera de cambios. La noticia proveniente de los Estados Unidos de exigir los nombres de funcionarios corruptos de Honduras, El Salvador y Guatemala, nos da la idea que ya saben de qué pata cojeamos y por lo tanto, para nosotros seguirá siendo importante su apoyo en nuestra lucha contra la corrupción y así poder encauzar los recursos públicos con honorabilidad y honradez.

Ahora bien, mientras todo eso sucede, ¿en qué estará pensando la población que sigue tan callada e indiferente para que la Contraloría General de Cuentas, entidad clave para evitar el mal uso de los recursos del Estado, funcione como Dios manda? ¿Cuándo vamos a ver llegar el día en que los ciudadanos levantemos nuestra voz para exigir el estricto cumplimiento de sus deberes y obligaciones?

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