A los que se han beneficiado por la existencia de una partidocracia que permitió la cooptación del Estado y el saqueo del erario les espanta la idea de que los electores guatemaltecos puedan, al fin, considerar su sustitución por una meritocracia en la que las ejecutorias y los logros de las personas, en diferentes campos de la actividad humana, sean factor para medir su nivel de compromiso, de honestidad y eficiencia cuando puedan aspirar a un cargo público. Esta semana, ante una simple indicación de la exfiscal Thelma Aldana de que podría incursionar en política, se produce la reacción del partido UNE para proponer legislación que prohíba a los fiscales y jueces a participar en elecciones antes de cuatro años después de haber dejado sus puestos.
En primer lugar quien menos autoridad moral tiene para hacer una propuesta de ese tipo es la UNE donde se llegó al extremo de divorciar a la señora Sandra Torres de Colom de su esposo para querer burlar un impedimento ya existente y real, plasmado en la Constitución que es la única ley que puede fijar condiciones, requisitos o impedimentos para quienes aspiren a la Presidencia.
Al margen de las valoraciones sobre el caso concreto de Thelma Aldana, lo importante es decir que ya va siendo hora de que en Guatemala se valoren los méritos más que esas cooptadas estructuras partidarias que están al servicio de su dueño y no al servicio de sus afiliados quienes son apenas un requisito, un número a llenar, porque su opinión ni huele ni hiede a la hora de tomar las grandes decisiones partidarias.
Si un Fiscal o un Juez decide participar en política, lo que importará es la valoración que la ciudadanía haga de su trabajo. Si es alguien que no aplicó la ley correctamente sino que dedicó su tiempo a hacerse imagen dejando por un lado el cumplimiento de sus deberes, será el mismo pueblo quien le castigue su irresponsabilidad y descuido de sus obligaciones. Por el contrario, como cualquier funcionario o particular que sirva con eficiencia al país y a sus habitantes, en el desempeño de sus propias funciones y atribuciones, simplemente estará gozando de una simpatía generada por el respeto de la gente a la forma en que ha actuado.
En política la libre expresión es clave y fundamental, pero para hablar hace falta tener autoridad moral porque de lo contrario todo suena a patraña. Nadie que haya querido violentar la norma Constitucional sobre prohibiciones para ser Presidente tiene boca para querer imponer valladares a quienes no los tienen.