René Leiva

Paradiso, Domenico, de ascendencia europea y cultura grecolatina, en cafés de Buenos Aires, Montevideo y Santiago, hablaba de “oxidente”, el cual, “más que oxigenar, oxida”. “Oxidente ha oxidado al mundo. El óxido oxidental es la crucifixión de la madre naturaleza y la alienación final de la humanidad.” Y remataba: “Todos estamos oxidados, ¿o no?” (Por un error de fotocomposición esta persona debió aparecer dos nombres más atrás. N- de los E.).

Patton, Willie, su vida fue viajar y nunca tuvo más ni mejor compañero o compañera de viaje que el propio camino.

Pedernal, Octavio del, aborreció esa preposición inseparable, o prefijo, anti, que consideraba acomodaticio, anulador, prepotente, estéril, puesto precisamente ante palabras primordiales, ante palabras de gran contenido, que no pueden vaciarse o negarse mediante una simple partícula con pretensiones de reactor químico significante y alterante de noción, saber, conocimiento. Del Pedernal aborreció palabras por él consideradas de espuria hibridez como anticristo, anticomunismo, antipoesía, antisistema. Sus detractores tuviéronlo por antisocial y antítesis de lo establecido.

Pérez, Egmont, panteísta de Brooklin, descendiente de afganos, celebró las nupcias del mar y el cielo, en Long Island.

Perogrullo (o Pero Grullo), autor, entre otras cosas, de la mitad de la sabiduría humana, llamada propiamente perogrullada o verdad simple.

Petrime, Lucrecia, exquisita poetisa de Yogur, gustaba declamar sus versos a orillas del precipicio de Despeñatoros, en Buelca. Un día se enamoró, a sus sesenta años, de un joven torero que resultó ser su propio hijo; horrorizada, quitóse la vida al beber leche con ajo avinagrado.

Pianoforte Valbuena, Crisóstomo, devoto mozartiano, no exaltado ni intransigente, más bien discreto-secreto, logró poseer las grabaciones de todas las obras de Amadeus –instrumentales, orquestales, vocales–, biografías, iconografía impresa y audiovisual, referencias literarias, etc. Fue su última voluntad que cuando muriese todo ese valioso material fuera enterrado con él en una fosa común, sin nombre.

Piedos, hijo de Cayostas y Yalos, rey de Besat, aunque nunca mató a nadie, tuvo un matrimonio bien avenido, gozó de excelente salud y fue amado por todos, incubó en su mente cierto horrendo sentimiento de culpa irredimible que lo consumió y persiguió más allá de la tumba fría.

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¿De dónde ha salido tanto hijo de puta, sin perdón sea dicho?, tal es la pregunta ingenua pero justificada, desorientada pero pertinente que se plantea quien no está enredado en la descomunal telaraña impunidad/corrupción urdida desde toda forma de poder, político, económico, militar, mediático… Porque están en todas partes; su hijueputencia aparece en cuanto hacen o dejan de hacer; su prostibularia condición no ha dejado nada a salvo. Entonces, cabalmente, ¿de dónde ha salido tantísimo hijo de puta, dicho sea sin perdón? ¿De qué sórdidas entrañas?

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Más que el propio Israel, los judíos del rencor, la venganza y la guerra ancestrales que rodean y manipulan a Donald “Sanababich” Trump serán los tenebrosos responsables de una hecatombe iraní-siria-palestina… y más allá.

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