Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

El Gobierno de Guatemala está haciendo su mejor esfuerzo por demostrar de qué está hecho y sin duda alguna lo está logrando porque ha quedado más que claro que está usando el aparato estatal para satisfacer intereses muy particulares, y el mismísimo presidente de la República Jimmy Morales, sobre quien pesa un enorme y penoso conflicto de interés, está siendo el líder de los que desean detener las investigaciones para regresar al pasado y quiere usar todo el peso del Estado para lograr sus objetivos y satisfacer a quienes desean que las cosas vuelvan a marzo de 2015.

En agosto del año pasado fue la expulsión de Iván Velásquez y el jueves fue el pedido de cambio de Anders Kompass, un embajador del que puedo dar fe de sus esfuerzos porque los guatemaltecos de distintos sectores (desde el empresarial hasta el campesino) podamos alcanzar acuerdos que nos allanen el futuro. Ha sido un facilitador especial.

El Gobierno decidió aliarse a Donald Trump en el tema de Israel y el traslado de la embajada y eso le rindió frutos, al punto que desde Jerusalén han puesto a disposición de Morales aparatos de inteligencia para coordinar, indagar y seguir de cerca a quienes el régimen estima como enemigos. Peligrosas movidas en estos momentos de máxima tensión, pero también de máxima desesperación que está nublando el juicio de muchos.

Ha existido un enorme esfuerzo por mantener una ficticia estabilidad, pero Morales y su equipo se han dispuesto a mandar por un tubo esa “tensa calma” para solo volver tensa una ruta de conflictividad que muchos vaticinan con poca probabilidad de éxito, pero lo que sí es cierto es que el precio que nos están haciendo pagar como país es altísimo y todavía no hemos visto el costo total de la factura.

Es por eso que yo he insistido en la necesidad de aislar a los corruptos y poder marcar distancia de todos aquellos que desean detener el cambio de un país que necesita ajustes grandes para tener futuro. Estamos siendo víctimas de una clase política que con tal de defender el modelo está dispuesta a todo y los ciudadanos no podemos ni debemos prestarnos a esa patraña, ni expresa ni tácitamente.

No es la culpa de los electores que Morales se haya metido a camisa de once varas para la que no estaba preparado, y que los entretelones del poder lo hayan convertido en un instrumento de las más rancias mafias de este país. Algunos le han dicho que rompa con quienes lo tienen maniatado, pero lejos de separarse, se ha conjurado con ellos y desea llevar a cabo lo necesario para vengar a quienes ha tildado de enemigos, principalmente los investigadores, el PDH y la Prensa.

De seguir en esta terrible ruta todos terminaremos siendo perdedores porque desde los más grandes capitales hasta los eternos pobres de este país serán afectados por las decisiones de un hombre que sigue dando muestras de que la ley se la pasa por el auténtico arco del triunfo.

María del Carmen Aceña ha sido muy vocal para pedir estabilidad y diálogo, pero hasta ella ayer dijo lo siguiente: “Difícil comprender la reacción de la Cancillería ante un discurso de un embajador, cuyo país ha tenido relaciones por años con Guatemala y ha dado cooperación y apoyo. Aquí hay algo más de fondo. Realmente, da pena”. El fondo son las maniobras anti-CICIG y por eso en Guatevisión apareció un manifestante contra la CICIG, Nils Leporowski, hablando en nombre de CACIF para aplaudir la decisión del Gobierno.

Morales va conduciendo el país como alguien que maneja un vehículo bajo los efectos de algo que le hace perder el juicio, y si sigue al volante en esas condiciones nos estrellará a todos, y las consecuencias las sufriremos por décadas.

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