Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

Con el fallecimiento de Álvaro Arzú se sabía que iban a cambiar muchas cosas, lo que no se sabía era qué tan rápido se iban a ir dando esos cambios y hay que poner especial atención a lo que está sucediendo en el Congreso de la República.

Ayer la diputada Alejandra Carrillo, ex integrante del Movimiento Reformador dijo lo siguiente que se plasmó en la nota que por la tarde del miércoles publicó este medio en sus plataformas digitales: “Abandoné (la bancada) debido a diferencias en la agenda con la jefatura de la bancada. Hay algunas posturas en las que no estoy de acuerdo y tampoco estoy de acuerdo en que hablen en nombre de mi persona como representante de la bancada. Creo que se ha caído a posturas irreconciliables y yo no quiero ser parte de esa agenda”, explicó la congresista.

Carrillo dijo que uno de esos temas fue cuando Luis Hernández Azmitia mencionó que tenía los 83 votos para destituir al Procurador de Derechos Humanos, Jordán Rodas, y que ella no quiere ser contada entre esos votos.

La diputada agregó que otros cinco congresistas están dispuestos a declararse independientes y tener una agenda propia y que construya y no una agenda confrontativa. Marco Orozco, Aracely Chavarría, Víctor Estrada y Luis Contreras serían los otros cuatro parlamentarios que se irían del MR, pero aún no han oficializado su renuncia.”. Así terminó la nota.

Vale la pena recordar que la diputada Carrillo formó parte de la primera Junta Directiva que presidió Álvaro Arzú Escobar, es decir, no era una diputada peleada con el pacto porque de haber sido nunca habría formado parte de la fallida planilla y por eso su separación de la bancada por las acciones de Hernández Azmitia nos tiene que hablar fuerte y claro de cómo andan las cosas en el Congreso.

No es secreto para nadie que hay quienes están coqueteando con los intentos de los diputados por generar impunidad en diversos ámbitos y eso es un grave error porque las alianzas y agendas mínimas se deben procurar con el tejido social (los electores que eligen a las autoridades para que ejerzan un mandato) para que luego, los guatemaltecos que deseamos cambios, le podamos presentar una agenda de país consensuada a los diputados que allane los caminos del futuro sin que eso implique retroceso. Necesitamos compromisos no impunidad.

En el carro del futuro cabe todo aquel dispuesto a asumir los compromisos que el país requiere, hay espacio para todos aquellos dispuestos a escuchar, a alcanzar acuerdos y ejecutar mínimos que nos viabilicen el cambio; hay margen incluso para quienes desde el Congreso y otras esferas se han aprovechado del sistema, pero que estén dispuestos a reconocer y enmendar.

Reconstruir un país, empujar lo bueno para cerrar brechas y generar oportunidades para que nadie se quede atrás es una menuda tarea que demanda de todos una cuota de esfuerzo y sacrificio, pero nunca será posible pasar de ser un país en vías de desarrollo a uno cuya gente empiece a poder realizar sus sueños, si no somos capaces de demostrar con hechos que los compromisos que alcanzamos son reales, transparentes y claros.

Un proceso de país como este genera dudas, miedos e incertidumbres, pero también esperanzas, anhelos y sueños y debemos trabajar sobre los últimos para vencer a los primeros. Hoy más que nunca soy optimista del futuro y espero que los acuerdos alcanzados y los que están por venir, no se caigan y eso se pase llevando la confianza que hemos empezado a construir en este incipiente pero apasionante proceso.

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