Luis Enrique Pérez
Algunos analistas políticos (que carecen de aptitud analítica), o algunos sintetistas igualmente políticos (que carecen de aptitud sintética), y hasta algunos sincretistas también políticos (cuyo sincretismo es confusionismo), afirman que, con la muerte de José Efraín Ríos Montt y Álvaro Enrique Arzú Irigoyen, la derecha ha quedado huérfana.
En su delirio analítico, sintético o sincrético, ignoran que la derecha no tiene padres y, por consiguiente, jamás podría quedar huérfana. Los únicos padres que puede tener son aquellos que esos analistas, sintetistas y sincretistas pueden inventar. Dedúcese que es su propia invención la que ha quedado huérfana, y no la derecha. Y con esa orfandad que han inventado pueden soñar plácidamente. Y fantasear licenciosamente. Y complacerse hasta embriagarse.
En ese plácido sueño, en ese fantasear licencioso y en esa embriagada complacencia, pueden imaginar una derecha que, en la inventada orfandad por la muerte de Ríos Montt y Arzú Irigoyen, llorosa busca nuevos padres, para resurgir iluminada por una nueva paternidad. La derecha lamenta la muerte de ambos; pero jamás pretendió que vivieran eternamente. Reconoce sus méritos extraordinarios para impedir la devastación socialista de la república; pero jamás creyó que esos méritos les confirieran inmortalidad.
La derecha no tiene padres, y nunca los ha tenido, ni necesita tenerlos, ni los necesitará. Y ningún auténtico ciudadano de derecha pretendió, ni pretende, ni pretenderá, que su derechismo es obra de una providencial o casuística paternidad. Esta paternidad, y por consiguiente, la posibilidad de orfandad, es propia de la izquierda; de esa izquierda que, por ejemplo, ha quedado en la orfandad por la muerte de Hugo Chávez o de Fidel Castro. Es una izquierda que necesita de padres que, como amos, manden incondicionalmente, y de hijos que, como esclavos, obedezcan incondicionalmente, para imponer la servidumbre socialista, so pretexto del bien del pueblo, de la democracia, de la justicia y de la libertad.
Mientras haya ciudadanos que no quieren ser siervos del Estado, sino individuos soberanos para procurar su propio bien conforme al derecho, habrá derecha, sin hijos ni padres. Mientras haya ciudadanos que no quieren ser parásitos económicos del Estado, sino seres humanos ansiosos de libertad de producir, intercambiar y consumir, habrá derecha, sin hijos ni padres. Mientras haya ciudadanos que quieren prosperar, no con favores arbitrarios del Estado, sino con la riqueza que libre y justamente pueden generar para ellos mismos y para toda la sociedad, habrá derecha, sin hijos ni padres.
Mientras haya ciudadanos que pugnan por eliminar los favores especiales o privilegios que el Estado otorga para beneficiar a algunos ciudadanos y perjudicar a otros, habrá derecha, sin hijos ni padres. Mientras haya ciudadanos que pugnan por la igualdad de derechos de todos los ciudadanos, y que creen que, en el Estado, la justicia comienza con tal igualdad de derechos, habrá derecha, sin hijos ni padres. Mientras haya ciudadanos que creen que el Estado debe primordialmente garantizar derechos de los ciudadanos, y que procurar el bien común es precisamente garantizar esos derechos, habrá derecha, sin hijos ni padres.
Mientras haya ciudadanos que creen que el Estado debe ser un imperio del derecho, al que estén sometidos gobernantes y gobernados, habrá derecha, sin hijos ni padres. Mientras haya ciudadanos que creen que el mayor peligro al que está expuesto el Estado, es el gobierno, y que el bien común exige urgentemente limitar el poder de quienes gobiernan, para reducir el riesgo de atentar contra ese bien, habrá derecha, sin hijos ni padres.
Mientras haya ciudadanos pobres que, no obstante su pobreza, prefieren ser libres para tener la opción de prosperar, y no ser víctimas de una opresión socialista que hay que soportar por su necesariamente incumplida promesa de bienestar, habrá derecha, sin hijos ni padres. Mientras haya ciudadanos que creen que la finalidad suprema del Estado es garantizar la libertad, y con ella, la vida y la propiedad privada, y estén dispuestos a sacrificar la vida misma por la libertad, habrá derecha, sin hijos ni padres.
Post scriptum. Mientras la libertad sea un ideal que late poderosamente en el corazón de algún ciudadano, habrá derecha, sin hijos ni padres.