Desde mayo de 1993 no vivíamos una situación tan delicada para la vida del país como la que ahora se está manifestando con la guerra declarada por el Presidente y su entorno más cercano en contra de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala y el Ministerio Público, lo que significa simple y sencillamente que es una ofensiva en contra de la lucha contra la corrupción y contra la impunidad que ha sido el eterno parapeto de los corruptos para gozar tranquilamente de los frutos del saqueo del país.

Porque el problema no es la CICIG ni el Ministerio Público, sino la probada existencia de un sistema de absoluta corrupción que ha destruido por completo la llamada democracia guatemalteca porque mediante variados mecanismos los políticos se han asegurado que el poder sirve para abrir el acceso instantáneo a todos los recursos públicos para embolsárselos. Llevamos años sin que el Estado defina políticas de interés público porque está puesto al servicio de la corrupción que ha sido rentable para algunos.

En las actuales circunstancias, el clima hace pensar en los “vientos de fronda” que se vivieron en la Francia del Siglo XVII cuando los desaciertos de la regencia provocaron situaciones muy lamentables. Y justamente ahora vemos que, por alguna razón que no es difícil entender, se ha abandonado por completo la lógica y la razón para entrar a una ruta de confrontación en la que finalmente el país y la sociedad perderán mucho porque no es únicamente la estabilidad la que comprometen, sino el desborde de pasiones producto de la polarización artificialmente provocada que confronta de manera pasional a distintos sectores de la sociedad.

Llamar a la cordura a los promotores de la guerra en estas circunstancias es estéril porque se emprendió ya la ruta sin retorno, pero sí es importante que la ciudadanía entienda las circunstancias para actuar en consonancia. Más temprano que tarde se producirá el manotazo contra la Comisión Internacional Contra la Impunidad, aún en contra de claras resoluciones de la Corte de Constitucionalidad que estará, como en el 93, en el ojo del huracán y no es exagerado advertir que se avecinan días muy difíciles y conflictivos en los que quienes pretenden preservar el modelo político que les ha enriquecido jugarán sus últimas cartas para destruir lo que se ha logrado desde el año 2015 hasta la fecha.

En ese contexto la elección de Fiscal, con todo y el buen trabajo de la postuladora, sigue siendo la madre de todas las batallas y ayer la ausencia definió el escenario.

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