Arlena Cifuentes
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El tema del residente de Cirugía del Hospital Roosevelt, quien estuvo a punto de ser expulsado ha quedado atrás en el tiempo. Es necesario, sin embargo, compartir algunos elementos que desconozco si fueron abordados por otros columnistas. De todos es sabido que tanto reporteros como los medios de comunicación en su afán de impactar a los lectores y televidentes recubren sus informaciones de un amarillismo exagerado con lo que contribuyen únicamente a una mayor desinformación. El reportero que cubrió la noticia y el camarógrafo que filmó al residente del hospital Roosevelt, en donde supuestamente se negó a atender a una niña, fue editada en buena parte a sabiendas que revolucionaría a los sedientos de este tipo de noticia, objetivo que fue logrado. Un presentador de un medio televisivo haciendo uso de su ignorancia lanzó la siguiente pregunta a los televidentes: ¿Qué opina usted de esta situación, cree usted que se merece la destitución?

A esto se sumó la actitud protagónica que asumió el exdirector (las minúsculas son a propósito) del Roosevelt, hoy ministro de Salud quien por su excargo conoce al dedillo los protocolos establecidos. Pudo más su arrogancia que su memoria. Adicional a ello la pantomima del actual Director deja mucho que desear al haber olvidado él también por conveniencia, los protocolos. Me atrevo a decir que incluso nunca hubo tal reunión de los directivos del hospital, o si la hubo fue para complacer a su actual jefe. Nunca para defender al residente.

Adicional a ello hay que mencionar el papel que juegan los bomberos en estas situaciones. De suyo saben que un infante o menor de edad tiene que ser trasladado a la emergencia de pediatría como lo ameritaba el caso. Me pregunto, sabedores de su actuar en estas situaciones ¿por qué trasladar a una niña herida de bala al lugar equivocado? Cuando esto es parte de su diario quehacer, tanto para quienes son remunerados como para quienes realizan un voluntariado.

Por su parte, los colegas del residente se hicieron de la vista gorda como buenos guatemaltecos, escogieron en lugar de asumir la defensa de su compañero la comodidad del silencio, lo cual es digno de cobardía, mediocridad y servilismo ante la autoridad, es decir, más de lo mismo. Esa pleitesía que hay que rendir a cualquiera que está en un puesto superior, de la cual no están exentos los estudiantes y residentes, sobre todo los que se cobijan bajo el manto de la mediocridad. ¿Son estos los futuros médicos? En quienes descansará la salud pública y privada de este país. Seguramente lucrarán con quien puedan, la mala práctica ha de ser una constante en su día a día y noche a noche. Este atajo de aprendices de cirujanos no pensaron en algún momento que en un futuro podrían correr con la misma mala suerte.

El Colegio de Médicos y Cirujanos fue el único que se manifestó a favor del residente y también imagino, su perplejidad. La pregunta obligada que este gremio dirigió al residente en mención debió ser: ¿Cuál fue el apoyo que obtuvo por parte de sus compañeros y de sus jefes?

El Ministerio de Salud emitió un comunicado haciendo ver la “profundidad de sus investigaciones”. Tanto el ministro como el director del Hospital (las minúsculas son a propósito) hicieron gala de su falta de respeto al no haber reconocido su error y pedido las disculpas públicas correspondientes al joven aprendiz de cirujano, en mención. De la misma manera lo medios y los reporteros por ser corresponsables de un flagrante daño a su persona.

Tanto el ministro como el director, el reportero, los bomberos y los residentes de cirugía con su actuar dejan mucho que desear y tienen una DEUDA PENDIENTE con su colega, quien tan solo inicia el tortuoso recorrido de cinco años, los cuales probablemente no consiga terminar, para obtener el título de Cirujano General.

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