La figura de Juan Carlos Monzón despierta variada gama de opiniones respecto a lo que es como persona pero al margen de lo que pueda pensarse en ese sentido, no podemos negar que su declaración en calidad de anticipo de prueba como colaborador eficaz ha puesto al desnudo al sistema político de Guatemala reflejado apenas en la parte que corresponde al Partido Patriota y sus dirigentes Pérez Molina y Baldetti, pero que es resultado de la total prostitución de nuestro modelo y, en buena medida, de una sociedad que se acostumbró a vivir en medio de la podredumbre y porquería.

Monzón ha relatado con detalle la forma escandalosa en que se planificó y ejecutó el saqueo del Estado que fue posible por la colusión de políticos y financistas que aprovecharon la indiferencia de una población que, con suficientes indicios de lo que estaba pasando, se hizo de la vista gorda, fuera para no meterse en problemas o simplemente porque los que no estaban en la jugada pretendían algún día ser incluidos. El caso es que hasta que la CICIG y el Ministerio Público destaparon el Caso La Línea, que era un negocio de poca monta comparado con lo que se ha ido sabiendo después, hubo un atisbo de indignación ciudadana que se ha ido disminuyendo como consecuencia de la hábil estrategia de los corruptos de polarizar al país afirmando que la lucha contra la corrupción es agenda de izquierdistas, lo cual caló en un país conservador como el nuestro.

No podemos entender cómo puede alguien pretender que siga ese modelo que Monzón nos ha ido relatando y que se agrava si pensamos que falta lo de Sinibaldi y Archila. Y es inconcebible que no reaccionemos como pueblo ante los evidentes esfuerzos que hace el Pacto de Corruptos para preservar la estructura de un sistema que ha alentado la impunidad y la podredumbre hasta llegar a los niveles de desfachatez y descaro que se nos restriega en la cara desde los estrados de los tribunales.

Cuesta ver que esas cínicas evidencias no despierten la ira y el compromiso de un pueblo para ponerle fin a un modelo sistemáticamente conformado para que, a través del financiamiento electoral ilícito se diera la cooptación del Estado para ponerlo al servicio de los corruptos y alejarlo de los fines que la Constitución establece. Vivimos en un país carente de políticas de Estado porque al Estado se ha llegado sólo a perfeccionar el saqueo y por ello ese Pacto para eternizar la corrupción tiene que ser derrotado.

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