Superado el “parteaguas” que en Guatemala es siempre la celebración de la Semana Santa como el feriado más prolongado e importante del año, entramos ahora a varios asuntos muy serios que demandan la concentración de los ciudadanos para cumplir con sus responsabilidades. Y no hablamos de la patética Consulta Popular convocada sin ton ni son, al punto de que la población no tiene claro ni el objetivo, la importancia y el efecto de su voto, sino de otros asuntos de gran trascendencia de cara a definir si realmente el país avanza en la lucha contra la corrupción y la impunidad o si se impone el Pacto de Corruptos que pretende acabar de una vez por todas con ese esfuerzo.

El momento crítico llegará en unas seis semanas cuando se tenga que producir el nombramiento del nuevo Fiscal General de la República, tarea en la que ese aludido pacto se encuentra muy activo para designar a alguien que cumpla con el encargo de sepultar el esfuerzo ciudadano y que desde las fiscalías específicas se encargue de cesar la cooperación con la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala y de ir revirtiendo los casos puntuales que fueron presentados desde el año 2015, cuando se inició el destape de un sistema plagado de vicios que hacen posible que todo el aparato del Estado funcione al servicio de quienes forman parte de una cooptación que llegó a anular la capacidad del sector público para cumplir con sus fines esenciales.

Ciertamente hay muchas cosas pendientes en cuanto a reformas para hacer eficaz y transparente al Estado, pero no se puede pretender nada positivo cuando tenemos un Congreso dominado por las fuerzas más oscuras que pactaron políticamente para destruir los avances que significan distintos procesos iniciados contra funcionarios de alto nivel. Y es en ese contexto que la designación del Fiscal se convierte en pieza clave del futuro del país, como nunca antes en nuestra historia, porque del Ministerio Público dependerá el rumbo de nuestras instituciones.

El pulso es muy directo porque por un lado está todo el pacto moviendo sus piezas y por el otro está una ciudadanía que será puesta a prueba cuando el Presidente haga su selección final que, ya se sabe, no podrá ir nunca en la dirección de la transparencia y depuración de nuestras instituciones porque él mismo es pieza clave, por razones muy personales y familiares, en el denodado esfuerzo por silenciar a los órganos investigadores que han realizado una importante labor aportando pruebas para corroborar los niveles de putrefacción alcanzados. Se acerca, pues, la hora del ciudadano.

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