Juan José Narciso Chúa

Nuevamente nos encontramos en la culminación de la Cuaresma en su Semana Mayor. Este es el espacio final de esta fiesta en donde Jesucristo es el personaje, reconociendo el sacrificio que hizo por nosotros, para lo cual esta conmemoración se desarrolla dentro del ámbito de la solemnidad cristiana que le caracteriza a la Semana Santa, pero que lleva aparejados otros aspectos que la hacen mucho más agradable.

La Semana Santa representa un espacio de tiempo en donde la dinámica social y política termina dominada por la celebración de la Cuaresma, que convoca a una enorme cantidad de personas a adentrarse en todos los aspectos de la misma. Yo sin ser muy religioso, soy un partícipe de todas las tradiciones de esta época y disfruto de las procesiones que empiezan temprano en la Semana Mayor con la enorme y regia procesión de San José; para pasar el lunes a la de la Parroquia, continuar el miércoles con la de Santa Teresa, para arribar al jueves con la de Candelaria y el viernes con los Santos Entierros de la Recolección, Santo Domingo y el Calvario, entre las principales.

La solemnidad de los cortejos procesionales es impresionante. El Centro Histórico se viste de fiesta, sólo que esta vez la misma tiene un contenido sustantivo, se conmemora la pasión de Cristo, un hecho histórico que mostró toda una vorágine de traiciones y crueldades alrededor de Jesucristo y sus apóstoles. Pero no hay nada más doloroso que la pasión de Jesucristo desde su detención que conduce a todos los vejámenes y humillaciones que le provocan hasta su crucifixión y posterior resurrección.

Toda la historia se busca ilustrar en los cortejos procesionales que al observarlos con detenimiento provocan sentimientos de tristeza, de dolor, de congoja, cuando uno mira los rostros de los Nazarenos o de la Virgen María, los cuales se encuentran acompañados por la solemnidad de los devotos cargadores en un marco en donde la música de las marchas le otorga mayor dramatismo y espiritualidad a estos cortejos procesionales.

El olor del corozo, las flores y el incienso constituyen otros elementos que le agregan ese olor a la Semana Santa que la hacen aún más particular y acentúa su solemnidad.

Más allá de ello, las comidas y bebidas de la época son otro manjar particular del sabor de la Semana Santa. Así ayer después de la Procesión de la Reseña de la Merced resultó agradable visitar estos antañones negocios que se encuentran alrededor de la Iglesia de la Merced y con Mónica tomarnos un fresco de Tiste y una empanada, pero también ofrecen frescos de súchiles, chinchibir, pepita y ayote para tener un menú más amplio y delicioso.

Así que también en esta época se hace propicio las comidas de la época: enchiladas, pescado a la vizcaína, los molletes, los mangos en miel, el curtido, en fin, un conjunto de comidas propias de la época que recrean otros elementos para el olor, el sabor y el color de esta semana.

Para agregar más cuestiones visuales, no deje de disfrutar de la vista de los matilisguates que se encuentran llenos de floración y ni hablar de las jacarandas que se visten con sus lilas refulgentes, que hacen una delicia para la vista y que contribuyen a “vestir” aún más esta solemne y agradable fiesta de Cuaresma. Un espiritual paréntesis para todos.

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