Eduardo Blandón
Hay espacio para la mayor parte de quienes quieran involucrarse en la conquista de un mundo mejor. Lo que sucede es que cada uno opta por su propia trinchera. Los hay que prefieren hacerlo desde un escritorio, otros organizados en partidos políticos, y, cómo no, los que se sienten justificados para tomar las armas y hacer la revolución. Hay casi para todos.
Lo malo a veces es la intolerancia que reconoce la elección propia como absoluta. Y en esas andamos ahora. La crítica se ha extendido con altoparlante a causa de los medios digitales. Por ello, algunos se sienten superiores al juzgar su conducta como la única valedera y con sentido. Los demás, los poetas, el crítico universitario o el filósofo, por ejemplo, no hacen más que perder el tiempo con sus reiterados onanismos de adolescente con los que presumen cambiar el mundo.
No pretendo decir que todos los frentes sean iguales, pero sí que la mayor parte son justificables. En primer lugar, porque somos diferentes. No se trata de una colonia de hormigas cumpliendo funciones de diseño. El operar humano al no estar privado de fantasía permite modelos abiertos de incidencia variada. En segundo lugar, por la naturaleza misma que es constitutivamente multiforme, lo que concede posibilidades para las más originales ocurrencias gestadas por el espíritu humano.
De ese modo, si aceptamos lo anterior, el alumbramiento de una sociedad diferente es tarea de todos. Sin negar, por supuesto, que hay instancias y protagonismos más privilegiados. Como el ejercicio de un estadista, ministro o líder parlamentario cuyas actuaciones afectan para ventura o desventura de una comunidad política.
En el campo político, por consiguiente, hay oportunidades cuasi infinitas. Es cuestión de determinarse por un espacio. Usted sabrá si lo hace desde la militancia, en la comodidad del hogar o la oficina, desde el ciberespacio o donde se decida. Lo importante es sumar esfuerzos para no ceder terreno a la injusticia, el latrocinio y la ruina del país. Algo así como cultivar la convicción de que algo hay que hacer por Guatemala, el país de nuestros hijos.