Arlena Cifuentes
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Hablar de la mujer indígena y ladina pobre es un tema de suyo complejo debido a las diversas circunstancias de precariedad en las que se desarrollan sus vidas. En general, la vida de la mujer guatemalteca está marcada por el abuso y la desvalorización de la cual ha sido objeto a lo largo de la historia. Especialmente en el ámbito rural, el acceso a la escolaridad les ha sido vedado, ya que en el seno familiar siempre tiene la prioridad el hijo varón sobre la mujer. Erradicar este pensamiento retrogrado llevará todavía algunas generaciones. La hija mujer es relegada a un segundo plano sobre todo si tiene hermanos hombres, por lo que estará confinada a realizar las tareas domésticas, todo ello como consecuencia de la reproducción de costumbres y hábitos ya superados en países desarrollados.

La figura paterna determina en la vida de una mujer su seguridad y madurez emocional. Hay tres elementos que la figura paterna está llamada a trasladar a una hija: aprobación, validación y atención. Estos elementos, cuando no han sido llenados por el padre se constituyen en una búsqueda inconsciente por intentar llenarlos de manera equivocada. La aprobación necesitada durante la niñez la hace tomar caminos erróneos, pues por una parte se produce el esfuerzo deliberado por intentar demostrar que se es capaz y por el otro, en la lucha por la sobrevivencia diaria se decide bloquear los sentimientos para no sentir dolor.

Existen padres que están físicamente presentes pero emocionalmente ausentes y otros que están físicamente ausentes; cualquiera sea el motivo, las heridas en ambos casos laceran el corazón.

Deseo rendir tributo a las miles de mujeres guatemaltecas que son producto de la desvalorización de sus propios padres, a esas mujeres que pasan inadvertidas y cuya vida está confinada a vivir en la opresión bajo cualquiera de las formas que esta adopte. Que nacen e igual mueren sin haberse sabido valoradas o respetadas en ningún momento, a aquellas que nacieron, vivieron y murieron desapercibidas.

Si tanto, el Estado como las organizaciones de mujeres aunaran esfuerzos por erradicar la discriminación y el abandono en el que hoy día se encuentran relegadas la inmensa mayoría de mujeres en nuestro país como se menciona anteriormente, sin lugar a dudas el desarrollo del país tomaría otro cauce. Si en vez de tanto cacaraqueo por “reivindicar los derechos de la mujer” o dedicarse a pedir la graciosa concesión por decreto, para que se les concedan “cuotas de poder”, las cuales son discriminatorias y antidemocráticas, centraran esfuerzos en aquello que no quieren ver por no convenir a sus intereses sectarios, otro gallo cantaría. Se plantea aquí la discriminación de las mujeres organizadas y las instituciones creadas para este fin por el Estado, en contra de las mujeres marginadas en la aldea, caserío, pueblo, comunidad, área marginal, ciudad, etc.

En Guatemala lamentablemente no se realizan verdaderos esfuerzos por reivindicar a la mujer, por enseñarle que ella es un ser humano con valía, y que su contribución en el seno familiar, así como fuera de él es igual o a veces más importante que la del hombre. Mientras no se empodere a la mujer de su verdadero valor y la importancia de su contribución como agente de influencia en la sociedad el país no estará en capacidad de iniciar el recorrido en la obtención de un verdadero desarrollo.

Es vital, como todo ser humano que la mujer determine su identidad, ¿Quién soy? A las mujeres organizadas se les formula la pregunta: ¿A qué mujer celebran el 8 de marzo? El 70% de las mujeres desconocen el significado del “Día Internacional de la Mujer”.

Agradezco a Dios la vida de mis tres hijas y una nieta. El 8 de marzo celebro la vida de mi segunda hija, María José, en su cumpleaños y abrazo a cada una de esas mujeres invisibilizadas por el Estado y la sociedad.

 

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