Adolfo Mazariegos

1. De la Rut, en el concierto de Maroon 5. El sábado pasado asistí al concierto de Maroon 5 en Guatemala. Lo decidí prácticamente a último momento y por dos razones de mucho peso (para mí): la primera, porque hacía tiempo no asistía a un concierto; la segunda (y más importante) porque acompañaría a mi mejor amigo. El público no salió defraudado. Los éxitos de los músicos sonaron uno tras otro, coreados por asistentes que obviaron cualquier barrera idiomática y confirmando con ello que, la música, es verdaderamente un lenguaje universal. Hacia las diez de la noche el vocalista dijo sentirse contento de estar finalmente en Guatemala, y agradeció por la paciencia (refiriéndose a la cancelación de la fecha anterior, supongo). El espectáculo, bueno a decir verdad, estuvo acompañado de una brillante luna que a ratos era cubierta por espesas nubes de hormigón. Fue aproximadamente hora y media (sin contar el show de los artistas locales) y fue iniciado por De la Rut, banda guatemalteca a la que no había escuchado antes pero que merece todo mi respeto por pararse con firmeza y convicción sobre el escenario, interpretando temas propios con mucho profesionalismo. A excepción de un problema con el sonido de su guitarra y con cierto feedback con el micro del vocalista, su show fue bueno (los problemas técnicos no son achacables a los músicos). Como reparo, quizá valdría la pena hacerles ver (con todo respeto) la importancia de una buena selección de temas, en virtud de que abrir un show de este calibre, debe ser aprovechado con todo, para dejar marca de cara al brillante futuro que seguramente persiguen.

2. No adiós, sino hasta pronto amigo. Decirle adiós a un amigo siempre es un asunto difícil. Hace más de quince años conocí a un músico formidable que por entonces era batería de una de las bandas más reconocidas en el ámbito musical centroamericano (Alux Nahual). A pesar de que nunca fuimos verdaderamente íntimos, sí puedo decir que llegamos a tener una estupenda amistad y respeto mutuo que perduraron a través del tiempo y la distancia. En múltiples ocasiones compartimos buenos momentos, buenas conversaciones y buenas comidas, además de un par de producciones musicales en las que me vi gratamente involucrado en esos años y en las que él ejecutó la batería o tuvo a su cargo la producción. Hoy, viendo en retrospectiva esos años, no puedo menos que sumarme a las muestras de aprecio y consternación que su repentina partida ha provocado. Hay un vacío en el mundo de la música nacional sin duda, pero como escribió recientemente otro gran amigo (Nelson Leal) -lo parafraseo- “algo debe de estar sucediendo allá arriba, porque varios artistas guatemaltecos se han mudado a ése sitio en las últimas semanas”. Buena estadía en donde quiera que estés Lenín Fernández, gracias por la amistad, y por la música de tantos años. ¡Vos sos música!

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