Eugenia Mijangos

Conozco desde hace muchos años a Ana Ordóñez de Molina y Juan Alberto Fuentes Knight, ambos profesionales destacados e intachables, y por eso mismo estoy asombrada y me cuesta asimilar, estoy segura que igual que a muchos otros guatemaltecos, la situación que están pasando. Ver en los medios de comunicación a los dos con grilletes, me pareció innecesario, no tengo ninguna duda que ambos al ser citados se habrían presentado, puesto que están seguros de su inocencia.

He apoyado decididamente desde un inicio la lucha contra la corrupción y la impunidad, y lo seguiré haciendo, porque estoy consciente que constituyen el más fuerte obstáculo a nuestro desarrollo, y sé que en Guatemala, ambas son un flagelo difícil de erradicar, que se encuentra incrustado en todas las instituciones públicas y privadas y en la cultura de nuestra sociedad. Entiendo, además, que no podemos esperar que esto se logre con medidas tibias, dado el arraigo y lo extendido de estos males.

Confío en que ambos serán beneficiados con una medida sustitutiva, pues conforme al debido proceso, llenan los requisitos para obtenerla, lo que les permitirá dilucidar su situación en la forma adecuada.

Conocí a Ana de Molina, desde un espacio cívico, que ella asesoraba para desarrollar auditoría social y otro tipo de acciones ciudadanas, su inteligencia, capacidad y profesionalismo, así como el esfuerzo que dedicaba al trabajo eran notables, las orientaciones que impartía siempre iban dirigidas a lograr un mejor desempeño gubernamental; además de destacarse por ser una persona de trato afable y muy religiosa.

En el caso de JAF, además de conocerlo con anterioridad, y tenerlo como un referente de capacidad, honestidad y dedicación, lo reconozco como un ciudadano integral, un estudioso, muy interesado en la resolución de los graves problemas de Guatemala. Teniendo a mi cargo un proyecto de Naciones Unidas, apoyé al Ministerio de Finanzas durante su administración, recuerdo nítidamente su entrega y esfuerzo en el cargo, que incluso lo llevó por lo duro de las jornadas, a desvanecerse en una ocasión en el desarrollo de su función. El equipo de personas de colaboradores y cooperantes, teníamos la certeza de estar colaborando con alguien que con su mandato no estaba persiguiendo beneficio personal alguno, además de continuar siendo el hombre sencillo, amable e incluso un poco tímido para relacionarse; pero que se crecía cuando entraba en materia, analizaba y planificaba, desplegando toda su agudeza, dedicación e inteligencia.

Profesionales y ciudadanos comprometidos como Ana y Juan Alberto, es lo que necesita Guatemala para salir adelante, espero que dentro de pocos días recobren su libertad, con lo que no se está vulnerando de ninguna forma el debido proceso y se les dará la oportunidad como ciudadanos probos que son, de defenderse adecuadamente; a pesar de que el daño ya está hecho, pues quienes no los conocen, probablemente ya los han condenado y señalado de corruptos.

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