En la dinámica de la corrupción se ha logrado mantener un Estado débil puesto al servicio de los intereses de quienes participan en su cooptación porque, finalmente, lo que se busca es que sea un facilitador de los negocios que enriquecen a unos cuantos y los ciudadanos tendemos a pensar que únicamente los contratistas, proveedores o quienes obtienen licencias de operación que otorga el Estado son los beneficiarios de esa debilidad institucional, pero esta semana vimos cómo la corrupción también tiene implicaciones en otras formas de crimen organizado en las que participan personas que por delegación del Estado poseen poder que es puesto al servicio de esas estructuras.

La captura de un coronel del Ejército en un operativo antinarcóticos viene a confirmar cuán penetrados estamos por las distintas formas de asociación ilícita y cuán comprometido está un Estado permeado por la corrupción hasta su mismo tuétano. Nosotros no llegamos a dimensionar los efectos de ese deterioro causado por la corrupción, pero en otras latitudes entienden el impacto que tiene en cuestiones como la seguridad nacional y el narcotráfico porque si la cabeza está podrida es natural que todas las extremidades lo estén, ya que el ejemplo que ofrecen las más altas autoridades es que aquí, en Guatemala, todo se vale y no hay que temer el castigo de la ley porque para ello es que se ha cimentado el régimen de impunidad.

No es el primer caso ni será el último de miembros de las fuerzas de seguridad ofreciendo amparo y protección a los narcotraficantes, y se sabe que hay territorios enteros en los que la ley de ellos es la que impera gracias a esa cobertura que les ofrecen militares y policías también embarrados por esa práctica que parece ser un juego que casi todos juegan.

Por ello siempre hemos dicho que los causantes de la cooptación, para hacer sus negocios con manga ancha, no llegaron a entender cuánto daño le hacían al país. Además del robo de oportunidades para los ciudadanos que demandan políticas de desarrollo humano, nos roban la seguridad y tranquilidad porque quienes debieran estar a cargo de esas funciones obligatorias del Estado también entraron a la danza de millones y en vez de garantizar el orden, se dedican a garantizar seguridad pero a favor de los miembros del crimen organizado.

Tenemos que recapacitar para entender que este rumbo nos lleva a la catástrofe y que es indispensable enderezarlo aunque haya tan tenaz resistencia de los pícaros que se arropan y protegen para preservar esa cruel dictadura de la corrupción.

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