Víctor Ferrigno F.

Somos un cuerpo social que se ha gangrenado por la corrupción, pudriendo a todas las instituciones, a la justicia, a la política, al empresariado, a la prensa, a la milicia, a la academia, a las iglesias, al arte, al deporte y a los sindicatos. Para salvar lo poco que queda sin corrupción, hay que amputar de tajo, sin miramientos. De ello depende nuestra sobrevivencia como nación.

No existe en el país ni una sola institución o sector social en donde no se haya registrado un caso de corrupción, gracias al poder absoluto que otorga la impunidad, pues “el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

Sin embargo, no todo está perdido, en la ciudadanía hay una reserva ética que clama por transparencia y justicia, apoyando la acción profiláctica de la CICIG y el Ministerio Público que, pacientemente, han ido levantando cada capa purulenta, develando a los corruptos y a los impunes, sin distingo de clase, ideología o cualquier otra condición.

Esto ha hecho que aflore la gusanera que ha medrado a costa de la cosa pública, defendiendo a capa y espada la corrupción, con los argumentos más irracionales, y con las acciones más grotescas e ilegales. Ilustraré lo afirmado con los últimos ejemplos.

Por tercera vez, el Organismo Ejecutivo protagonizó un ridículo internacional ante el Secretario General de la ONU, intentando inútilmente defenestrar al comisionado Iván Velásquez. La Canciller, un viceministro y varios embajadores fueron a Nueva York a calumniar a Velásquez, como reveló elPeriódico, al publicar ayer la ayuda de memoria de una reunión vergonzosa, en la que falsearon la verdad, atacando a todos aquellos que, como el PDH, han accionado legalmente para frenar los desmanes del gobierno de Jimmy Morales.

Señalar a Iván Velásquez como el responsable de polarizar a la sociedad guatemalteca es un absurdo y una maniobra diversionista. Existe, efectivamente, una confrontación irreductible entre la gran mayoría de ciudadanos que estamos contra la corrupción y la impunidad, enfrentados a una exigua minoría de mafiosos que se han coludido para mantener sus privilegios. La CICIG ubicó la pudrición, pero el hedor ya era insoportable y las mujeres y hombres honrados de este país hemos decidido extirpar de tajo la corrupción.

La respuesta del Secretario General de la ONU fue que Iván se queda, como demandó en las calles la ciudadanía, cuando Jimmy lo declaró non grato. Además, el embajador de EE. UU. dio la cara y salió a respaldar públicamente al Comisionado, como lo hicieron la semana pasada el secretario de Estado Rex Tillerson y el subsecretario Tom Shannon.

Otro tumor que hay que extirpar es el Caso Traficantes de influencias. En él se amalgaman políticos, empresarios, funcionarios públicos y jueces, con un efecto nefasto para el país. El gusano mayor es Filipao quien, pasándose de listo, embarró al Congreso, a la SAT, y a las industrias azucarera (Magdalena, Pantaleón) y metalúrgica (Aceros de Guatemala). Además, dinamitó el Palacio de la Loba, donde se atrinchera Arzú.

Sabiendo que Felipe Alejos era investigado, el Pacto de Corruptos lo eligió primer vicepresidente del Congreso, convencidos que sus estructuras criminales les garantizarían impunidad. Pero se equivocaron, construyeron un castillo de naipes que se vendrá al piso.

Decenas de casos judiciales han demostrado que el epicentro de la corrupción es el financiamiento electoral ilícito, que tiene como guarida el Congreso, por ello hay que depurarlo, ya que los diputados rompieron el orden constitucional. Sin miramientos, como en 1993, hay que extirpar la pústula, aunque les duela.

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