Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El Papa Francisco se ha caracterizado por ser un Pontífice que no recurre a elaborados eufemismos para abordar la realidad en la que vive el pueblo católico y con mucha franqueza y además con enorme entereza, habla de lacras que nos van consumiendo y destruyen los principales valores cristianos. En YouTube, específicamente en el link https://youtu.be/hK0jLW1rGcc está disponible un fuerte video en el que nos habla de la corrupción y de sus devastadores efectos, reclamando compromiso de los católicos para enfrentar un vicio que no por generalizado deja de ser una perversidad que debemos combatir con toda nuestra fuerza.

Dice el Papa lo siguiente: “¿Que hay en la raíz de la esclavitud, del desempleo, del abandono de los bienes comunes y de la naturaleza? La corrupción, un proceso de muerte que nutre la cultura de la muerte. Porque el afán de poder y de tener no conoce límites. La corrupción no se combate con el silencio. Debemos hablar de ella, denunciar sus males, comprenderla para poder mostrar la voluntad de hacer valer la misericordia sobre la mezquindad, la belleza sobre la nada. Pidamos juntos para que aquellos que tienen un poder material, político o espiritual no se dejen dominar por la corrupción.”

Guatemala es un país que en casi todo ha ido siempre a la zaga, pero gracias al experimento de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala y a un Ministerio Público que en los últimos cuatro años ha entendido su responsabilidad, pasamos a ser pioneros en la lucha contra la corrupción luego de la forma en que fueron develados los casos que implicaron al gobierno anterior. La CICIG entendió plenamente que la raíz de la impunidad, tema específico de su mandato, está en la rampante corrupción que ha provocado la cooptación misma del Estado que terminó al servicio de espurios intereses para dejar en abandono cualquier política que fuera capaz de promover desarrollo.

Y lo que dice el Papa es categórico y demanda de los católicos un compromiso ineludible de hablar de la corrupción, para desnudarla, y combatirla con todo el vigor de nuestra fe cristiana y de nuestra formación como católicos. No podemos voltear la vista e ignorar el efecto devastador que ese vicio tiene en la vida de millones de personas que se ven marcadas por los efectos terribles de una práctica que es común en muchos lugares del mundo pero que en nuestra Guatemala se ha convertido en modo de vida para muchísima gente que, desbordada por la ambición y la costumbre de hacer las cosas que “todos hacen”, se ha involucrado en una vorágine de latrocinio que difícilmente tenga parangón en el mundo, porque hasta en los países más corruptos hay instrumentos de control y verificación que en Guatemala simplemente fueron borrados sistemáticamente para dejar el camino libre a los que se enriquecen a costillas de la pobreza de un pueblo indefenso.

La Iglesia Católica tiene que escuchar y atender el llamado del Papa para actuar con firmeza y sin prestarse, en ningún caso, a apañar a los corruptos como lo ha hecho en algunos casos en Guatemala. La voz del Papa llega fuerte y claro. El católico no puede ignorarlo.

Artículo anteriorConvenio de metas fiscales 2018
Artículo siguienteEducación pública