Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

Cuando en la era de Barack Obama algún funcionario americano decía que apoyaba la lucha contra la corrupción y los esfuerzos de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y el Ministerio Público (MP), rápidamente decían que era algo obvio porque el expresidente de Estados Unidos era un socialista que deseaba instalar el modelo en nuestro país.

Mi amigo Todd Robinson se fue de Guatemala y en el imaginario de algunos miembros de la élite social, como un “socialista” y “el instrumento” de Obama para enraizar el socialismo en nuestro país. Aunque antes del 2 de junio de 2016, día en el que estalló Cooptación del Estado, él era según una persona que se dice de la derecha radical, “un jugador clave en nuestro futuro político”, pero todo cambió cuando se mostró en favor del imperio de la ley, aunque esto afectara a particulares poderosos.

Luego vino Luis Arreaga y mucha gente usó su periodo de adaptación para decir que la “corriente socialista” se había acabado y esas personas además de envalentonarse, metieron algunos goles esgrimiendo que con Donald Trump en el poder, las cosas volverían a su cauce.

Pero poco a poco ha ido aumentando la intensidad para recordar que la política de Estados Unidos en favor de la lucha contra la corrupción no era un tema de los “socialistas” demócratas, y el jueves fue un reverendo tapabocas, cuando los interlocutores lograron que Rex Tillerson, el Secretario del Departamento de Estado y exejecutivo de Exxon, mostrara su apoyo a la CICIG de forma clara.

“En Guatemala seguimos apoyando a la CICIG… 2018 debe ser el año en que los países de este hemisferio restablezcan la confianza con las personas a quienes representan y que den pasos serios en contra de la corrupción”, decía Tillerson en Texas, y así lo daba a conocer la Embajada de Guatemala en manos del, hasta ahora “no socialista” Luis Arreaga (aunque ya no tardarán en empezarlo a llamar de esa manera por haberse atrevido a sugerir el apoyo a CICIG).

Y es que solo en Guatemala puede existir un debate tan tonto en torno a la ideología y en lo que a luchar contra la corrupción y la impunidad respecta, porque es inexplicable cómo hay gente que se pueda oponer a luchar en contra de ese mal cuando vemos nuestra realidad, nuestros indicadores, nuestro desarrollo humano y nuestro principal producto de exportación (la gente).

Es entendible el nerviosismo que puede tener aquellos que estiman como lo peor su cita con la justicia, pero siempre he dicho y lo diré que hay alternativas actuales y deberían haber en el futuro si se llega a aprobar (sin que le metan mano los Infames diputados del 13 de septiembre) la Ley de Aceptación de Cargos.

Claro está que eso significa ACEPTAR, porque esa ley no significa olvido o perdón sin aceptación, pero el problema es que hay muchos que no están listos para aceptar siquiera esa “posibilidad” de que hayan hecho algo malo, y entonces eso los obliga a querer derribar todo, ya que estiman eso como su única forma de salvación aunque con eso se traigan al país entero.

Lo de Tillerson es un buen mensaje en el sentido de que si la apuesta era que con Trump, su Secretario de Estado y Arreaga cambiaba la directriz de la lucha contra la corrupción, tal apreciación es un tremendo error de cálculo y hay que advertir que quienes vinieron a querer hacer entender hablando con mucha forma y diplomacia, ya se han dado cuenta que aquí lo que mandan son las directrices para consolidar la dictadura de la corrupción para disipar cualquier problema con la justicia.

Qué feo debe haber sido creer que Trump iba a zafar la varita en el tema de la corrupción y leer esas tan elocuentes declaraciones de Tillerson.

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