Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El acto era intrascendente porque se trataba de presentar lo poquísimo que queda de las Reservas Militares, que no llegan ni a quinientas personas enroladas este año, pero el Alto Mando del Ejército de Guatemala decidió utilizarlo como escenario para que llegara el líder de las fuerzas de la corrupción a lanzar amenazas contra quienes de alguna manera apoyan la lucha contra ese vicio. Inaudita decisión de las Fuerzas Armadas del país que únicamente se entiende en el marco de que nuevamente se vuelve a estirar la misma chamarra que históricamente ha tapado a todos los que pretenden evadir su responsabilidad por delitos cometidos en el ejercicio de alguna función pública.

Fue tan evidente la disposición del Ejército para arropar al alcalde Arzú que hasta la figura presidencial fue relegada a un evidente segundo plano. Y es que una amenaza proferida en un mercado en donde se ofrecen garrotes para atacar a los vendedores ambulantes no tiene el mismo efecto que una proferida en medio, nada más y nada menos, que del Alto Mando de las Fuerzas Armadas. Habría que averiguar de qué otros municipios venían esos cuatrocientos y pico reservistas que engrosaron nuestro Ejército porque, en todo caso, debieron invitar y dar el micrófono a los alcaldes de tales jurisdicciones porque el señor Arzú no es más que ninguno de ellos, pero es evidente que los jefes militares eran compadre hablado para facilitar que desde su tribuna se profirieran amenazas contra los que señalan como vicio la corrupción y demandan castigo para los corruptos.

No recuerdo haber visto algo así en mis ya muchos años porque generalmente se ha querido preservar la institución dejándola al margen de gestos politiqueros. Pero el asunto aquí es demostrar que la dictadura de la corrupción, como toda dictadura, dispone del respaldo de las Fuerzas Armadas y al menos los más altos jefes depusieron la prudencia y la mesura para enviar ese mensaje claro y contundente con ribetes de vuelta a un pasado de violencia en el que era absolutamente normal desaparecer al enemigo del régimen.

Se ha hecho ya el parangón entre lo que vivimos en Guatemala con lo que ha ocurrido en Venezuela con la diferencia, duele decirlo, que aquí populismo es defender y cimentar un sistema de corrupción que tiene tantos adeptos entre los que le han sacado raja o que, si no han tenido esa “suerte”, están atalayando el momento para tener la oportunidad de beneficiarse de algunos de los tantísimos negocios que se pueden hacer en este paraíso de impunidad.

Esa dictadura de la corrupción necesita, como la dictadura venezolana, del respaldo de las Fuerzas Armadas y nada mejor que hacerlo evidente en ese marco de amenaza violenta en contra de quienes se pongan enfrente, sobre cuyas cabezas anuncian que pasarán.

Nadie objetó lo dicho, ni el Presidente como Comandante General ni el Alto Mando del Ejército, silencio que tiene un enorme significado a la luz de la realidad y, por supuesto, a la luz de la historia.

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