Jorge Santos

En marzo de 1776 Adam Smith publica la obra titulada Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones lo que se considera el primer libro moderno sobre economía, en el cual se expone o se intenta explicar aspectos fundamentales sobre las teorías económicas, la división del trabajo, el mercado, la moneda, el precio de las mercancías, los salarios pero fundamentalmente explicar la acumulación del capital y la naturaleza de la riqueza. Obviamente Smith lo que pretendía era explicar el crecimiento económico de algunas sociedades como la inglesa.

Esta reflexión sobre la obra prima de la economía clásica y en particular el título de la misma, fue de las primeras cosas que vino a mi mente al escuchar la conferencia de prensa realizada ayer por la Fiscal General y Jefa del Ministerio Público y el Comisionado de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala –CICIG– sobre el caso conocido como traficantes de influencias, donde empresarios millonarios y funcionarios armaron una estructura criminal, para evadir impuestos y cobrar un crédito fiscal que no les correspondía, es decir robar.

Y es que el modelo guatemalteco de acumular capital y la naturaleza de la riqueza sigue siendo la misma desde la colonia. La forma es lo único que ha ido variado en el tiempo, pero el denominador común es el saqueo, la expoliación, el engaño y emprender a partir de los privilegios que la institucionalidad del Estado les puede garantizar. Las 8 familias corporativas del presente son la herencia de los encomenderos, aquellos que a sangre y fuego despojaron vastos territorios y esclavizaron a los pueblos, son los mismos que se beneficiaron del expolio de la República cafetalera, los que aplaudieron y se beneficiaron del Reglamento de Jornaleros y luego de la ley contra la vagancia instaurada por la dictadura de Jorge Ubico, para obtener mano de obra esclavizada.

Esa élite económica ha hecho de las instituciones públicas su fiel mayordomo que les resguarda los intereses y los privilegios, serían incapaces de generar la obscena riqueza obtenida a esfuerzo propio y si no fuese por el proteccionismo exacerbado, los privilegios fiscales, las laxas supervisiones laborales, la legitimación del saqueo y el despojo de tierras, los permanentes y reiterados subsidios y por supuesto la creación de una élite política nacida a su imagen y semejanza.

Lo ocurrido con esta estructura de traficantes de influencias, no es algo nuevo o sorprendente, es un secreto a voces, sin embargo va desnudando a quienes desde siglos, décadas atrás han obtenido lo propio en base a lo del resto, es decir su enriquecimiento está íntimamente ligado a la profunda pobreza existente en el país; uno porque explotan y la otra porque roban recursos que podrían llegar a hospitales, escuelas, comisarías de la Policía Nacional Civil, entre otras muchas necesidades de la población. Si no se modifica este Modelo Económico, Social y Político estamos condenados a continuar la senda hacia el abismo.

 

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