Lo ocurrido en el fin de semana con el destape del Caso Odebrecht en Guatemala y la participación de quien por poco llega a ser Presidente de la República, Manuel Baldizón, confirma lo que siempre hemos dicho de que aquí basta con escarbar un poquito para demostrar lo asqueroso de nuestro sistema político en el que nadie se salva de participar en las mañas que van desde el financiamiento electoral ilícito, auténtico soborno anticipado para quienes llegarán después a la Presidencia, hasta la burda recepción de mordidas como se ha visto en los casos contra Pérez Molina, Baldetti, Sinibaldi y Baldizón, auténticos coyotes de la misma loma.

Una de las quejas ciudadanas más repetidas es que hasta ahora todo el trabajo de investigación ha ido contra gente del gobierno y el partido Patriota no obstante que se sabe que todos los que le antecedieron fueron parte, en mayor o menor medida pero sin lugar a ninguna duda, de ese juego de la cooptación del Estado que generó la “dictadura de la corrupción” mencionada por los obispos en su comunicado del viernes.

Pero ahora ya tenemos en la lista a los del PP, a la gente de Lider, al alcalde Arzú y sus huestes, lo que abre el abanico y, hay que decirlo, ha ampliado el marco del Pacto de Corruptos que ahora se nutre con poderosos sectores que están haciendo hasta lo imposible para evitar que avancen más las investigaciones del Ministerio Público y la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala. Cierto que en el caso de Arzú hasta ahora, por virtud del derecho de antejuicio del que goza, todo se limita al financiamiento electoral ilícito derivado del Caso Lima, sin entrar a consideraciones sobre fideicomisos o la piñatización del Estado con la venta de activos mediante amañados procesos, ni todo lo ocurrido en la Municipalidad a lo largo de los casi 30 años en que ha controlado la comuna.

Que faltan muchos es indudable y que el más destacado de los que no han sido investigados (o por lo menos que no han caído) es quien fue “poder tras el trono” en su gobierno, Álvaro Colom, firmante de las decisiones que tomaba su mujer quien nunca fue cuentadante ni firmante de ninguno de los negocios.

En Guatemala tenemos que entender que con una ligera escarbada aparecen millonarios trinquetes y negocios porque desde hace muchos años, prácticamente desde la apertura democrática del 85, toda práctica política ha estado marcada por el peso e influencia de los financistas que supieron poner al Estado a su servicio.

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