Juan Antonio Mazariegos G.

El novelista norteamericano William Faulkner escribió una vez: “La sabiduría suprema es tener sueños lo bastante grandes para no perderlos de vista mientras se persiguen”.

Esta semana, mientras procedía a inaugurar el ciclo escolar 2018, el Presidente de la República hizo ver a los niños que conformaban su público, que el conocido como “sueño americano”, al que aspiran millones de guatemaltecos, no era el único que podía existir, también existía el sueño guatemalteco y él mismo era reflejo y ejemplo de ese sueño, cuando había pasado de vender plátanos en un mercado hasta convertirse en el Presidente de la República.

En primera instancia, la parábola del Presidente debe de entenderse como motivadora y adecuada para los niños, en el sentido de que no importa cuál sea su situación actual pueden aspirar a mucho más como ocurrió al Presidente.

Por supuesto, desde el ámbito personal y familiar, tanto el Presidente como su familia deben de igual manera sentirse orgullosos de su logro, solo ellos sabrán cuánto les pudo haber costado conseguirlo y en principio la mayoría de los guatemaltecos también debemos de apreciar la superación de cualquier persona como un hecho positivo y digno de imitarse.

El problema con el sueño y la parábola del Presidente, es que al convertirse en el gobernante de todos los guatemaltecos las situaciones personales o familiares, incluyendo sus sueños, quedaron atrás, pues antes que nada él representa a todos los guatemaltecos y tiene como obligación el trabajar por el futuro de los mismos más allá de motivarlos a que cumplan sus sueños.

A lo largo de nuestra historia y no es solo un problema de Jimmy Morales, los Presidentes y quienes han compuesto sus gobiernos han antepuesto sus intereses personales o los de aquellos que los llevaron al poder, al interés por el guatemalteco en general. El sueño se cumplió para muchos con llegar y hasta allí importa.

Ojalá el Presidente no crea que su sueño se cumplió y terminó, ojalá siga soñando, no pierda de vista nuevos sueños e incluya dentro de los mismos el de legar un mejor País que el que encontró y el de dotar a los millones de guatemaltecos que conforman las nuevas generaciones de las oportunidades que son indispensables para garantizar que la convivencia social y el desarrollo no solo sean posibles sino que también lleguen a todos. Tal y como lo describía Faulkner, se necesitan sueños lo bastante grandes como para no perderlos de vista mientras se persiguen. Más que celebrar el cumplimiento de los sueños del pasado del Presidente, Guatemala necesita saber que tiene más y mejores sueños pero para el País.

 

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