Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Cuando varios sindicados en el Caso Corrupción y Construcción decidieron asumir su responsabilidad y acogerse al procedimiento abreviado expresé mi profundo respeto por esa lección que estaban dando porque el paso esencial para emprender el camino de la reconstrucción del país es admitir que hemos incurrido en prácticas incorrectas y que se asume la consecuencia de los actos. Esa ha sido siempre una norma que ha marcado mi vida, producto de la enseñanza de mi abuelo, quien nunca eludió responsabilidad ni por todo lo que hizo y escribió a lo largo de su vida.

Entiendo que en el Caso Corrupción y Construcción hay una serie de vicios que se fueron consolidando como práctica normal a lo largo del tiempo. No se podían conseguir contratos sin “saludar al rey” y la competencia era feroz entre constructores. Además se estableció hace muchos años, por lo menos desde los años 90, la práctica de retener los pagos para exigir a los acreedores comisiones para ir subiendo en la lista de las deudas que se tenían que cubrir inmediatamente. Algunos han dicho que los contratistas eran chantajeados y sufrían exacciones ilegales, lo cual técnicamente es cierto, pero también hay que agregar que al generalizarse la práctica empezaron a presupuestar en el precio de la obra esa especie de “gasto financiero” que ya sabían que vendría a la hora de cobrar.

Por otro lado, si bien es cierto que todo mundo incurría en las prácticas porque de otra manera no había contratos, también debe decirse que nadie denunció las exacciones ilegales ni puso la menor resistencia porque se llegó a dar por sentado que así era como funcionaba el sistema y quien quería entrar al juego debía “respetar sus reglas”.

Y Guatemala únicamente va a cambiar cuando se reconozcan esos comportamientos irregulares y se puedan implementar acciones para establecer mecanismos de control. Pero sobre todo cuando exista la certeza de que quien sufre presiones para pagar una mordida tendrá respuesta si hace una denuncia para que se pueda proceder penalmente contra los corruptos. No hay manera más efectiva para terminar con la corrupción que acabar con la impunidad que ha hecho florecer infinidad de prácticas malvadas que se han perfeccionado para facilitar el enriquecimiento ilícito y el saqueo del erario.

Creo que todos los guatemaltecos tenemos que hacer un examen de conciencia para asumir nuestras responsabilidades y contribuir a acabar con la impunidad en el país. Hay gente que dice que aquí hay cacería de brujas, pero la verdad es que lo que hay es corrupción desmedida y que hemos visto como la cosa más normal del mundo. Por ello es que son tantos los que se quejan de lo que hacen la CICIG y el MP porque no ven como “crimen” acciones tan comunes y corrientes que vienen, muchas veces, desde tiempos de sus padres o de sus abuelos.

La ley contempla trato especial a quienes reconocen su culpa y asumen su responsabilidad. Se necesitan faroles, desde luego, sobre todo aquí donde la impunidad ha sido regla, pero eso se tiene que acabar y qué mejor que con edificantes ejemplos.

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