Luis Enrique Pérez

El pasado 29 de diciembre se cumplieron 21 años de haber sido firmados los últimos “Acuerdos de Paz” celebrados por funcionarios gubernamentales y comandantes guerrilleros. Mediante el último acuerdo, denominado “Acuerdo de Paz Firme y Duradera”, la guerrilla, unificada en la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, desistió de la insurgencia armada, y de su magna obra conexa: el terrorismo, el asesinato, el secuestro, la extorsión y el reclutamiento forzoso de indígenas.

Los “Acuerdos de Paz” son ilegítimos, por dos causas. La primera es que el Gobierno de Guatemala no tenía poder legal para celebrar acuerdos semejantes. La segunda es que los acuerdos solo podían haber sido válidos si hubieran sido ratificados por los ciudadanos, mediante consulta popular; pero los ciudadanos nunca fueron consultados. Y debían haber sido consultados porque celebrar los acuerdos era una decisión gubernamental “de especial trascendencia”. ¿O no era una decisión “de especial transcendencia” celebrar acuerdos con insurgentes armados, y terroristas, y asesinos, y secuestradores, y extorsionistas, y opresores de indígenas?

Solo uno de los acuerdos fue sometido a consulta popular. Aludo al noveno acuerdo, sobre reforma de la Constitución Política. Los diputados aprobaron la reforma convenida en ese acuerdo; pero, por mandato de la misma Constitución Política, y no porque funcionarios gubernamentales y comandantes guerrilleros tuvieran un supremo sentido de legalidad, los ciudadanos, en consulta popular, tenían que ratificar o no ratificar la reforma. Y con extraordinario acierto, no la ratificaron.

Funcionarios gubernamentales, exguerrilleros y hasta intromisivos diplomáticos pretendieron que los “Acuerdos de Paz” constituyeran un obligado programa de cualquier futuro régimen gubernamental, o el programa de cualquier partido político. Precisamente los acuerdos brindaban, a la exguerrilla, la oportunidad de fundar su propio partido político, el cual, por luminoso histórico destino, se convertiría en partido gobernante, y entonces los “Acuerdos de Paz” comenzarían a cumplirse con asombrosa plenitud, y por tal cumplimiento, en cada siguiente proceso electoral habría una gratificante y renovada victoria de la salvífica exguerrilla.

Con su propio partido político, la exguerrilla demostraría que, para ejercer el poder del Estado, no necesitaba armas, ni ser infernal agente terrorista, ni complacerse en el asesinato, ni convertir el secuestro y la extorsión en rica fuente de financiamiento, ni reclutar forzosamente indígenas. La exguerrilla demostraría que solo necesitaba exponerle a los pobres su fabulosa oferta electoral, y los pobres, arrebatados por la febril esperanza de un futuro paradisíaco, se arrojarían sobre las urnas electorales para lanzarle torrentes de votos, y conferirle un triunfo que suscitaría el asombro de la historia nacional. La exguerrilla, con impaciente optimismo, fundó su propio partido, cuyo nombre fue el mismo que había adoptado la guerrillera unificada: Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca.

Transcurridos 21 años, ¿qué ha acontecido? La exguerrilla no ha podido ganar la Presidencia de la República, ni un consolatorio número de diputaciones o de alcaldías. Y la humillante proporción de votos que ha obtenido en los procesos electorales exige denunciar que la mayoría de ciudadanos la desprecia. La exguerrilla pretende ignorar ese desprecio, y se queja de que los “Acuerdos de Paz” no se han cumplido. Es una queja ridícula. Si ha de quejarse, y la quejumbre es su especialidad, que se queje de su propio fracaso, es decir, que se queje de que, dotada de su propio partido, no ha podido tener éxito electoral, y ejercer el poder del Estado para que se cumplan esos acuerdos.

Presuntamente una causa de la insurgencia guerrillera fue la pobreza de la mayoría de los guatemaltecos; pero 21 años después de haber sido firmados los últimos acuerdos de paz, la pobreza persiste, y no ha surgido un nuevo grupo guerrillero, o diez, o cien o mil nuevos grupos guerrilleros. ¿Ya no hay guatemaltecos pobres, y la insurgencia guerrillera ya no tiene clientela?

Post scriptum. El único acuerdo de paz debió haber consistido en otorgar una amnistía a los guerrilleros, que adquiriera vigencia solo si, en consulta popular, los ciudadanos ratificaban tal amnistía.

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