Arlena Cifuentes
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Finaliza el año 2017, el momento es propicio para hacer un recuento de lo que nos queda a deber la clase política y gobernante del país. Es doloroso volver la mirada hacia las diferentes instituciones del Estado y constatar que se hace difícil encontrar un solo logro que dé como resultado algún beneficio para el pueblo de Guatemala.

En este sentido debemos reconocer que es innegable el vacío de poder existente, un gobierno acéfalo, deslegitimado por los errores reiterativos cometidos a lo largo del año por el presidente Jimmy Morales y su séquito de amigos. Es inaudito, desde todo punto de vista que continúe cometiendo error tras error.

Cuando se postuló a la Presidencia, por todos era sabido su desconocimiento sobre la cosa pública, pero no podía imaginarse la incapacidad de la que haría gala a lo largo de su gestión. El país es un juguete en sus manos, un juguete que se tiran unos a otros de quienes conforman el Gobierno. Los seres humanos somos perfectibles y quienes tenemos cierto grado de inteligencia aprendemos de nuestros errores evitando caer dos veces por lo mismo. Lamentablemente, vemos su incapacidad en el discurso; muchas veces pareciera que su audiencia, la ciudadanía es un circo, en donde él es el payaso principal. De sus discursos y conferencias de prensa emanan un irrespeto total hacia el pueblo a quien insulta frecuentemente por el contenido y torpeza de sus declaraciones, quizá sea esta una estrategia deliberada de quienes se dice, conforman una rosca a su alrededor y son verdaderamente el poder detrás del trono.

Por su parte, el Vicepresidente ha sabido mantenerse al margen de los diferentes momentos de crisis y los embrollos que su compañero de fórmula continuamente provoca, más pareciera de acuerdo a sus declaraciones, que desconoce el quehacer del Presidente y del Gabinete. Así lo afirma continuamente sin ambages, su estrategia es pasar desapercibido y hacerse el loco.

La Cartera de Bienestar Social finaliza el año sin haber sido capaz de ejecutar un porcentaje aceptable del presupuesto asignado, al igual que el Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda. El Ministerio de Salud de la misma manera no pudo ejecutar una buena parte del presupuesto, encontrándose los hospitales desabastecidos, en malas condiciones. La Cartera de Educación, por su parte, ha evidenciado incapacidad en la ejecución del gasto, sin ninguna mejora en la Educación Pública que pueda ser palpable y que redunde en una mejora en la enseñanza. Ni que decir de la incapacidad demostrada por el Ministro de Gobernación para combatir el crimen organizado y la delincuencia que nos tiene de rodillas.

El Organismo Legislativo finaliza el año con una enorme deuda con el pueblo de Guatemala, primero, por su actuar deliberado y cínico al cobijar en su seno a un buen número de corruptos e insistir en beneficiar bajo un manto de impunidad a todos aquellos que debieran ponerse a disposición de los organismos competentes para definir su situación legal empezando por el Presidente de la República. La impunidad y la corrupción parecieran ser las figuras prevalecientes protagónicas y mayormente utilizadas por los organismos Ejecutivo y Legislativo a lo largo del 2017, junto a su cinismo, torpeza y descaro. El Gobierno, pues, queda no solo debiéndole al pueblo guatemalteco los millones de quetzales que inmerecidamente han cobrado durante el año, sino también una actuación favorable al pueblo a quien se debe, distinta al descaro con el que se han conducido favoreciendo la corrupción y la prevalencia del statu quo.

¡Qué espera el pueblo! Qué dice ese pueblo cuyo “despertar ciudadano” ha sido proclamado por los analistas políticos, tanques de pensamiento, comunidad internacional; con lo cual discrepo. No se escucha el “despertar de las conciencias adormecidas por los siglos de los siglos”.

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