Cuando Guatemala recibió toda la información sobre la forma en que se ejerce el poder, mediante una auténtica asociación ilícita para usar los fondos públicos en beneficio de particulares, los ciudadanos comprendimos que el país iba por rumbo equivocado y que teníamos que combatir la corrupción. Fue justamente en año electoral el destape de La Línea que abrió la brecha para ir conociendo cómo es que desde el poder público se estructuraban perversas alianzas para que toda función del Estado estuviera orientada no al cumplimiento de sus fines esenciales, según la Constitución, sino al enriquecimiento de los políticos y sus socios.

Y ya en ese momento hubo voces categóricas y muy racionales que dijeron que “en estas condiciones no queremos elecciones” porque era obvio que sin cambio de reglas de juego, el resultado de la elección sería contrario a los intereses de la gente y conveniente para lo que hacen y han hecho los políticos electos en nuestro país. Grupos poderosos que saben cómo influir en los políticos mediante sobornos disfrazados de aportes de campaña, pegaron el grito en el cielo y llamaron a que el pueblo fuera a votar como si ello permitiría cambiar el patrón de comportamiento de los que gobiernan.

Y fuimos a elecciones y quienes votaron creyeron que la única forma de rechazar al sistema era eligiendo a un desconocido que no mostró ni preparación ni compromiso durante la campaña pero que tuvo el acierto de usar como lema de campaña que no era ni corrupto ni ladrón. Y si, dijo Juan caballo, y le dieron un cheque en blanco que ha resultado no sólo negativo sino sumamente perjudicial para las aspiraciones de transformar al país porque tenemos en la Presidencia el principal obstáculo que hay para consolidar la lucha contra la corrupción. Evidentemente aliado a las fuerzas más oscuras, el Presidente se convirtió en el líder y la cara visible de las mafias que redoblan sus esfuerzos para contener el trabajo del Ministerio Público y la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala.

Este segundo semestre del año 2017 hizo que se cayeran muchas caretas, que se terminaran definiendo los bandos y queda muy claro que los gobernantes, los diputados, los alcaldes, muchos jueces y magistrados, varios medios de comunicación y algunos particulares cierran filas con la gente presa en el Zavala para torpedear todos los esfuerzos que buena parte de la sociedad hacen para diseñar un modelo diferente en el que se pueda privilegiar la transparencia, lo que evidencia que este año que termina fue pésimo para los guatemaltecos.

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