Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

La noticia de la derrota del conservador Roy Moore ayer en el estado de Alabama, donde los demócratas no habían ganado desde 1992 tiene que entenderse como una derrota personal muy dura para el presidente Donald Trump, porque la candidatura del republicano, acusado de conducta sexual impropia con menores de edad, se mantuvo precisamente porque el mandatario lo arropó y protegió descartando las voces del mismo partido que pedían que se retirara de la contienda por considerar que los riesgos de perder eran demasiado altos.

Pero cegado por la soberbia y convencido por Bannon de que Moore podía ganar la elección si contaba con el apoyo de la Casa Blanca, Trump se lanzó a la aventura con el mismo ímpetu y la misma torpeza que vimos aquí cuando Jimmy Morales se propuso expulsar al comisionado de la CICIG, Iván Velásquez. Su visita al norte de Florida para hacer un mitin a favor de Moore a muy pocas millas de Alabama fue el cierre con broche de oro de un notable esfuerzo por preservar ese crucial voto republicano en el Senado norteamericano. Y lo dijo claramente, llamando a los ciudadanos a salir a las urnas para evitar que llegara un demócrata a ocupar la plaza, descartando la validez de los señalamientos formulados por varias mujeres que fueron, en su adolescencia, acosadas por quien ya era un hombre mayor.

Trump es el resultado de la molestia que para muchos votantes blancos fue el haber tenido un presidente de color y su crítica contra Obama fue la plataforma que aglutinó a un electorado más apasionado que racional. Y en esta elección de Alabama se midieron las fuerzas de ambos, porque Obama también hizo llamados a los electores para que fueran a votar por el candidato demócrata y repudiaran a Moore. El resultado terminó siendo muy favorable para Obama y eso será lo que más le va a arder a Trump. No es que haya sido una aplastante derrota, pero si tomamos en cuenta la consistencia republicana para ganar elecciones de Senado en Alabama tenemos que concluir que se produjo un resultado totalmente inesperado que deja lastimada la figura presidencial por la forma en que él mismo abordó el tema del acoso sexual.

Porque sucede que en el fragor de lo que ha ocurrido últimamente respecto a ese tema, Trump tuvo la osadía de poner en duda que fuera su voz la que se escuchaba hablando en términos groseros de cómo tratar a las mujeres en aquel célebre video con Billy Bush, lo que revivió la polémica al punto de que se ha conformado un grupo de mujeres acosadas por Trump que se ha propuesto poner nuevamente en el tapete el tema y están pidiendo que el Senado investigue el caso como ocurrió con Clinton en su momento.

Hay quienes piensan, con razón, que la presidencia de Trump puede verse hasta más comprometida por las secuelas de su apoyo a Moore en el tema del acoso sexual que por sus tratos con Rusia. El tiempo dirá si así como el votante de Alabama, el ciudadano de todos los Estados Unidos al fin le da la espalda.

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