Dra. Ana Cristina Morales

En el tema de violencia contra las mujeres la familia y la sociedad con frecuencia no les bridan la mano, por la consideración del tema como propio al ámbito privado. Y cosas letales pueden sucederles a ellas y a sus familias. Ejemplifico una historia, tomada de muchas otras historias en donde se relata ese asunto.

Cuanto más pensaba Adela en tomar la decisión de dejar a su marido, más disculpas encontraba para justificar la conducta abusiva de él en su contra. Incluso, llegaba a sentir culpa por, tal vez, no ser una buena esposa, por: ¿Cuántas veces contrariaba a su marido y lo hacía enojar hasta arder? Y la sensación de inadecuación para sí misma crecía cuando ella acudía a sus padres por ayuda. En esos momentos en los cuales ya no había cordura y le surgía la sensación de amenaza a su existencia. Ellos puntualizaban lo siguiente: “Sos ya una mujer casada y, como tal, tenés que resolver tus asuntos con tu esposo, nosotros no deseamos intervenir -entre maridos y hermanos, mejor ni meter las manos. Ser mujer también significa aguantársela y tenés que ser responsable ante tu marido y tus hijos. Ya acabaron los tiempos en los cuales podías ser nuestra princesita y ahora tu familia es otra”.

Adela se sentía sola, culpable, inadecuada y frágil. Se preguntaba frecuentemente ¿En dónde está mi error? A veces su marido era distinto, incluso podía disfrutar y compartir con ella. Pero de repente surgían los gritos, los pleitos, celos, humillaciones, golpes y también amenazas. Él le reclamaba en cada discusión que ella no era virgen cuando se casó y le agregaba el puta. Que lo engañó haciéndose pasar por virgen y santa. Que ella también tenía culpa por sus enojos y de que usara también droga. Porque para calmar aquellos, él necesitaba de guaro y droga para tener algún sosiego. Y, que ella para juste, era una mal agradecida, porque no se daba cuenta que solo él llevaba el pisto a la casa para la hartazón de ella y de los hijos.

En la última discusión que tuvieron Adela sacó a sus hijos mayores de la casa, pero el menor que estaba dormido de manera profunda se quedó. Ella estaba muy angustiada, su esposo tiraba cosas, rompía vidrios y amenazaba con incendiar el lugar. Ya no tenía a quién acudir, sus vecinos estaban hartos de oír pleitos, pero trataban de seguir sus actividades con indiferencia. Era ya lo común y no era algo exclusivo en la casa de ella.

El frío les castigaba a ella y a sus hijos y el pequeñín se encontraba solo. Así que uno de ellos promovió que regresaran a casa. La convenció diciéndole, mirá mi papá ya debe de estar cansado de tanto relajo, ya no hay tanto ruido y ya ni tendrá más que romper. Además, habrá de estar cansado.

Entraron a la casa temblorosos y mudos, el fulano estaba de espaldas y al sentir su presencia gritó fuertemente: ¡Qué no crees que pueda quemar toda esta mierda! y en medio del olor a gas, prendió el fósforo y se interpuso ante la salida evitando el paso y la vivienda tomó fuego de manera explosiva. Hasta ese momento alguien intervino y llamó a los bomberos temiendo por su propia vivienda.

Artículo anteriorHonduras en la hoguera
Artículo siguienteElección del Fiscal General