Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com
Continuando con el análisis que dejara pendiente en mi columna anterior, debo de manifestar que ordenar que se desfile con armas cargadas y montadas es prácticamente crear las condiciones para que accidentalmente se produzcan disparos.
En un desfile no solo se marcha, también se rinden honores y ello significa hacer movimientos de orden cerrado con los fusiles, lo que eleva la probabilidad de un disparo accidental.
El Ejército de Guatemala prácticamente no posee ametralladoras 50, las ametralladoras que se instalan en los jeeps son menos pesadas, de fabricación norteamericana Browning, calibre .30 y solo un civil usa el término “rollos de balas”, militarmente el término es “fajas o bandas”.
“La experiencia entra por el pellejo”. Álvaro relata en la página 137 de su libro: “El guardaespaldas que iba enfrente mío, muy nervioso, se descuidó y jaló el gatillo de la escopeta, y pongón, pegó en el suelo y se explayaron los perdigones, y a mí me entró uno en la pierna. Otro le entró a Mariano Chevez, pero ese fregado se salvó porque le pegó en el cincho, pero a mi sí, cabal me entró el perdigón en el muslo, por donde pasa la femoral, total que me llevaron en “zopilotillo” al hospital. El único que salió herido fue quien llego al rescate”.
Adicionalmente también relata en la página 161: “Nos habían advertido que podríamos sufrir un atentado, que nos iban a disparar para detenernos. Yo tenía entonces dos Land Rover, uno verde y otro rojo, e iba manejando el verde mientras Salvador Gándara nos seguía en el rojo. Conmigo venia mi jefe de seguridad, el israelita Danny Azar, buena persona que casi no hablaba y que había participado en el comando de elite de las Fuerzas de Defensa de Israel que rescataron en Entebbe, Kampala, a los rehenes del famoso secuestro aéreo. De repente nos rebasó Salvador Gándara en el jeep rojo, echándonos el polvo del camino. Danny llevaba la escuadra dispuesta, aunque los israelíes nunca llevan montada el arma por principio, pero como nos habían avisado que podíamos sufrir un atentado, él iba preparado. Howard Yang venia en el asiento de atrás. En eso suena pum, hay una explosión adelante, que después entendimos fue por el estallido de una llanta del jeep rojo, pero en ese instante y por el nerviosismo, Danny jaló el gatillo y se disparó en la pierna. Yo vi el chispazo. Nos bajamos todos asustados empuñando las armas, sin saber hacia dónde apuntar, porque creíamos que nos estaban disparando. Entonces, escuché los gritos del israelí, volteamos a ver los borbotones de sangre que le manaban, y como se empieza a poner blanco. “háblame, háblame”, le decía yo, y le pegaba en la cara para que volviera en sí. Un tiro en la femoral es mortal, se nos estaba desangrando. El otro israelí, el que venía con Salvador, llegó a toda prisa y le hizo de inmediato un torniquete porque yo no hubiera sabido cómo hacerlo, es más, se lo hizo debajo de la herida, no arriba como yo lo hubiera colocado”.
Esos dos hechos los he mencionado como testimonios y respaldo de mi afirmación: Que ordenar desfilar a un destacamento militar y rendir honores con armas cargadas y montadas no es muestra de valentía, por el contrario, es una muestra de imprudencia.
Ignoro si quienes recibieron dicha orden la cumplieron u optaron por aplicar lo que se decía en la Época Colonial cuando de España venia una ordenanza inadecuada e improcedente: “Se acata, pero no se cumple”.
¡Guatemala es primero!
Continuará.