Alfonso Mata

El papel del alcalde es el resultado del juego de obligaciones y prohibiciones impuestas por la ley, la tradición y la costumbre. El peso que da a cada una de esas cosas, establece y define su actuar y gobernar. Por otro lado, el comportamiento de los alcaldes, es la suma de la intencionalidad con que este llega al puesto; un reflejo del universo de tensiones en que nació, creció y se desarrolló, contando para ello, con un conjunto de recursos que debe manejar; todo ello, imbuido dentro de una escala de valores y conocimientos, que al final dictan cómo va actuar y configura el rol que va a tener y las expectativas (sociales y personales) que le llevan al poder y su uso.

Recursos, es una palabra clave, pues son impersonales al rol y la persona y va desde la legitimidad del sufragio, hasta los medios de acción para utilizarlos y administrarlos cuando se gobierna y eso parece haberse vuelto una dicotomía entre: para mí y los míos, para el municipio y su gente.

En nuestro medio, la alcaldía es quizá una de las redes de corrupción más grande. Muchos alcaldes han sido corrompidos por constructores, inmobiliarias, productores, industriales, agricultores, comerciantes y quién sabe quiénes más. La realidad es que por donde se mueve dinero, hay oferta de beneficios. De tal suerte que el sistema de alcaldes, es un sistema de soborno activo y comercio de influencias, que cada día crece más.

Hay varias clases de alcaldes. Primero están los se rodean de gente que trabaja a su favor y por consiguiente son orquestadores. A estos antes de ser alcaldes, de asumir, se les convence o están convencidos, que son sujetos de derechos no de responsabilidades. Este tipo de alcalde, cree ser dueño del territorio y lo que en el sucede y supone un reconocimiento de parte de los vecinos, que lo que él hace, debe ser compensado con “supuestos beneficios”.

Hay otros alcaldes calificados de “muy ansiosos por meter el dedo en el tarro de jalea”, y de esa manera se dedican, sin ocultar, a ampliar sus bienes, sin pagar por ello. El mundo que forman está a la vista del público, que entiende lo que sucede, pero calla, porque hay otra cualidad en ese alcalde y es que “derrama” en el que calla, y eso le permite afrontar reclamos y enriquecerse.

Hay otros alcaldes admirados por la población por su picardía. Son sujetos electos con antecedentes conocidos y de dominio público, por su capacidad de falsificación, apropiación, abuso del bien social, soborno. Son individuos “sin escrúpulos”. Son los que más guardan pasión por este puesto.

Una característica en esa tipología de alcaldes, es que ninguno de ellos juega un papel único y exacto, son moldeables y flexibles. A veces son directores de empresas fraudulentas, comandan acciones ilícitas; a veces actúan de mediadores, o cobradores. Los intereses y beneficios que buscan, son también múltiples y variados: extensión de su casa, un carro o un bien, aumento de cuentas bancarias, viajes, puesto de trabajo para protegidos y eso dentro de una danza de miles o millones.

En resumen, los alcaldes construyen su grandeza de un papel que toman prestado de todas las formas contemporáneas de grandeza sugeridas: el alcalde suegro del terrateniente, del industrial, el alcalde-constructor, el alcalde profesional o empresario, inversionista, el alcalde-comunicador o, incluso, recientemente, conexionista de redes y proyectos. Está disponibilidad para todas las formas de tamaño y gustos socialmente construidos, muestra que el papel de alcalde no es sólo «político». Si ha sido capaz de adaptarse a diversos contextos históricos, si ahora sabe cómo resistirse a las preguntas sobre la democracia representativa, es porque se recompone indefinidamente, de acuerdo con los contextos sociales y sus oportunidades.

Los alcaldes son tan poco representativos como los diputados. El alcalde en nuestro medio, no es una profesión, no son empleados, mucho menos funcionarios. Los debates parlamentarios y judiciales, permiten ver las múltiples formas de esta negación. Cuando toman la pluma para testificar, aprobar, ceder, los alcaldes celebran su participación en los negocios. Son negociantes con derecho a beneficios.

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