Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El poder del dinero, tanto para quien lo reparte como para quien lo recibe, es la esencia misma de la corrupción porque todo gira alrededor de amasar fortunas ilícitas e inmorales que tienen su origen en negocios turbios que afectan al resto de la población. Pero por muchos esfuerzos que se hacen, es obvio que don dinero sigue siendo muy poderoso y lo podemos comprobar al ver la forma en que se ha manejado, desde su mismo origen, todo lo relacionado con la terminal de contenedores.

Ahora mismo se sabe que, como si fuera la cosa más normal del mundo, la empresa holandesa APM está ya operando por cuenta propia y sin problemas de ninguna clase la Terminal que se originó con el soborno que Pérez Maura le entregó a Pérez Molina. El caso se encuentra ya bajo proceso judicial e inicialmente, como se ha hecho en casi todos los casos, los bienes producto del trinquete fueron sometidos a extinción de dominio, pero por alguna razón que atribuyo al poder del dinero, con TCQ todo ha sido distinto y hay una serie de privilegios que realmente frustran porque evidencian la existencia de raseros muy distintos para juzgar los delitos.

Una colusión de gran envergadura se ha dado alrededor de la Terminal de Contenedores desde el mismo origen del negocio y no ha cesado ni siquiera con los señalamientos concretos que se hicieron en su momento. Señalamientos, por cierto, que no arrancan con la investigación realizada por la CICIG y el MP sino que fueron formulados por varios sectores desde el momento en que se hizo aquel anuncio en plena Semana Santa sobre el arrendamiento suscrito por la empresa Portuaria Quetzal con la firma española Terminal de Contenedores de Barcelona.

Pero en cuanto se supo que los bienes de TCQ habían pasado a extinción de dominio, los nuevos dueños del negocio se apresuraron a venir a Guatemala para mover cielo y tierra a fin de que con ellos se pudiera hacer una excepción y lograron su objetivo convenciendo a varios sectores, incluyendo a la parte investigadora, de que era mejor dejarlos operar aunque el origen del negocio fuera tan sucio.

Siempre pensé y lo dije que si TCQ era un negocio que debilitaría el concepto mismo de la lucha contra la corrupción teníamos que objetar cualquier clase de arreglo porque no podemos comprometer el objetivo final por muchos que fueran los intereses de por medio.

La forma en que se intervino la empresa por el Juzgado de Extinción de Dominio fue vergonzosa, pero lo es mucho más que ahora, cuando se levantó la intervención, los bienes sean simplemente entregados a quien compró los derechos a Pérez Maura sin hacer las diligencias correspondientes para determinar la legalidad del negocio. Aquí no hay adquirentes de buena fe y eso lo tenemos que tener muy claro para comprender lo que está sucediendo. Por ello es que en algunos momentos han amenazado con demandar al Estado de Guatemala cuando los que tendríamos todo el derecho para demandar somos los guatemaltecos pero este caso no sólo demuestra el poder de don dinero, sino que los patos le tiran a las escopetas.

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